Su beso no es posesivo ni salvaje, es todo lo contrario, tierno, suave, cálido… y me gusta. Maldita sea, ¿Por qué? El roce de nuestros labios provoca sensaciones que jamás creí posibles viniendo de Roger, mi mejor amigo, el que ha sido como mi hermano durante tanto tiempo, al que le cuento hasta mis más íntimos secretos, ¡Roger Gallagher! Debo estar loca para corresponderle, pero aún así lo hago.
Le abro mi boca para que explore en mi interior, y lo hace, encantado se introduce probando más profundamente mi sabor, pone una mano en mi cintura y me atrae hacia su cuerpo. Me pega contra su pecho y cuando lo jalo por la chaqueta de motociclista escucho su respiración agitarse, envuelta en un sinfín de revoluciones que no comprendo en mi estómago me subo a horcajadas sobre él, pongo mis codos a los costados de su cabeza y acaricio su cabello entre mis manos, él coloca las suyas en mi espalda y me acaricia sobre la blusa, delicado, siempre delicado y cuidadoso.
Me besa por largos minutos en los que me pierdo con el nuevo sabor y sensaciones que experimento, creí que era imposible vivir algo así con él, desde que lo conocí en la secundaria recuerdo nuestra relación siempre estrictamente amistad-hermandad, reconozco que me gustó físicamente al principio, sus ojos grises me hechizaban y su porte de motociclista rudo de yo-no-hago-caso-a-nadie me seducían, era como mi platónico, pero cuando lo conocí y comencé a hablarle más me di cuenta de que estábamos hechos para ser los mejores amigos del planeta, no los mejores novios o los mejores amantes.
Quedándome sin aire me separo un momento de sus labios, me doy cuenta de lo agitada que estoy y respiro fuerte, él está exactamente igual pero no me da tiempo de pensar o de analizar nada. Vuelve a atrapar mi boca, esta vez con más ganas, más pasión, cosa que me hace sentir un tirón en mi vientre.
Llega un instante en el que su lengua se mueve y calienta en mi interior, después me muerde traviesamente el labio inferior y eso sólo consigue excitarme. ¡Wow! ¿Éste es Roger, es decir, el Roger que no conocía? No sé que está haciéndome pero me dejo llevar, y de pronto pienso en Justin. El pensamiento de él sobre mis labios es aún más abrazador, me reconforta y cuando creo sentir más calor del que debería me doy cuenta de que Roger no lo provoca. Es un calor más fuerte y va desde la punta de mis pies hasta la punta de mi cuero cabelludo. Pica, electrifica mis vellos, presiona en mi piel.
—Bonito espectáculo. ¿No estarían más cómodos en el sillón?
La voz sarcástica de Justin retumba no sólo en mis oídos sino en TODO mi cuerpo, me separo de Roger en un movimiento fugaz y volteo hacia atrás. Me encuentro con Justin de pie cerca de la puerta, todo su rostro está contraído por el coraje que sus ojos desprenden, todo lo que refleja me asusta inmediatamente.
— ¿Tú qué estás haciendo aquí? —logro articular luego de unos segundos de silencio sepulcral. Roger y yo respiramos entrecortadamente, él se levanta y me da la mano para levantarme del tapete también.
—Te hago la misma pregunta. ¿Qué estás haciendo aquí con él?
Pero ninguno de los dos respondemos. En lugar de mirarme, Justin le dedica una mirada bastante asesina a mi mejor amigo. Sus ojos lo fulminan, casi podría jurar que mentalmente está disparándole un millón de veces.
—Lo que yo haga no te importa. —escupo quedándome frente a Roger, posesivamente. ¡Deja de mirarlo!
—TODO sobre ti me importa. —recalca manteniendo su compostura.
— ¡¿A qué viniste?! ¡Vete! —no soporto que sigan mirándose de ese modo. Es simplemente aterrador. Siento que en cualquier momento van a lanzarse el uno sobre el otro.
—A traerle un preservativo a Roger. Creí que lo necesitarían, además somos amigos, ¿No? Eso hacemos el uno por el otro. —encorva una sonrisa pero sus ojos lo único que reflejan son dolor. Un color rojizo nace desde lo profundo y sus puños se aprietan mucho, demasiado, sus nudillos se ponen blancos y contiene la respiración. Mierda.