El recorrido de vuelta a casa en el Ferrari rojo es silencioso, tranquilo… incómodo. No puedo dejar de pensar en mi padre o en lo que sea que vaya a ocurrir.
Miro por la ventana con los pensamientos rondándome mientras Justin conduce moderadamente, no me mira ni yo lo miro a él. Ambos estamos perdidos en nuestro mundo, buscando respuestas que ninguno tiene aún.
Sin darme cuenta estoy mordiéndome las uñas otra vez a causa de los nervios y en un semáforo Justin alcanza mi mano y la aparta de mi boca, haciéndome reaccionar.
—No hagas eso. —pide finalmente volteándome a ver.
Giro mi cabeza hacia él y sin decir nada bajo mi mano y la coloco en mi regazo. Vuelvo a voltear para afuera por el cristal y me doy cuenta de que todas las tiendas, a excepción de una que abre las veinticuatro horas, están cerradas.
— ¿Qué hora es? —pregunto extrañada.
Justin saca su iPhone del bolsillo de su pantalón y lo desbloquea. —Diez minutos para las doce.
Por un momento el aire abandona mi sistema, pero una mirada preocupante de Justin me hace recuperar la compostura.
—Mi madre sí que me mata.
—No. —responde firme, poniendo una mano sobre mi rodilla suavemente—. Yo me encargaré de que me mate a mí.
—Lo dudo. Incluso un día que fui con Roger a una fiesta…
Me detengo. Roger. Maldita sea, lo había olvidado. ¡Lo había olvidado por completo! — ¿Qué? —pregunta Justin dudoso.
—Roger… —tomo aire. Duele recordar que mi mejor amigo, o el único que tengo, no me recuerda en lo absoluto—. Es como si no existiera para él. No me recuerda, Justin.
— ¿Cómo? —hace una mueca—. ¿A qué te refieres?
Así que… ¿No lo sabe o finge no saberlo? Es difícil de descifrar, pero necesito respuestas y él es el único que puede dármelas. —Así de sencillo como lo oyes. He hablado con él como comúnmente lo haría y me trató como a cualquier chica de la escuela. ¡Incluso me coqueteó! ¿Sabes lo que significa eso? ¡Él jamás lo haría si me conociera de años! Parecía muy seguro de no haberme visto jamás en su vida e incluso se molestó cuando entré sin permiso a su casa. ¡Roger Gallagher nunca se enojaría por algo así! Me echó para afuera como a un testigo de Jehová y ni se inmutó en preguntar nada sobre mí.
—Te coqueteó y entraste a su casa. —dice con tono bajo. ¿Está reprochándome? — ¿Sueles entrar a su casa sin permiso?
Frunzo el ceño y lo observo impresionada por su pregunta. — ¿Es enserio? De todo lo que acabo de decirte, ¿Eso fue lo único que escuchaste? ¡Te estoy diciendo que mi mejor amigo no me recuerda! ¡No sabía que existo hasta que parecí acosadora hablándole de cosas que parece no haber vivido!
Justin no responde. Arranca el auto de nuevo cuando el semáforo cambia y mantiene su vista fija al frente. No dejo de mirarlo, luego veo que su mandíbula se aprieta y sé que estoy incomodándolo.
—Deja de mirarme. —pide apretando con fuerza el volante—. Me desconcentras.
—Así que fuiste tú. —concluyo con mi piel comenzando a quemar—. Tú le borraste la memoria. Tú lo hiciste.
El coraje que empiezo a sentir es arrasador. Tengo ganas de gritarle y abofetearlo por haberlo hecho, pero no me atrevo. No arruinaré nada hasta escucharlo de su boca, aunque la respuesta ya es clara para mí.
—No es el momento para hablarlo. Voy conduciendo, Meredith. Por favor.
— ¡Perfecto! —grito. Mi enojo se combina con traición y me llegan unas impresionantes ganas de llorar—. Increíble que lo hayas hecho. Me lo esperé de todos menos de ti. No tienes ni la más mínima… mínima idea de lo importante que es Roger para mí. Ahora no le importo ni quiere hablarme. ¿Para eso lo hiciste? ¿Para que se olvidara de nuestro beso, nuestra amistad y todo lo relacionado? ¿Para que ya no fuera un estorbo para ti?