Me sostuve fuerte de su brazo con mis dos manos, y a pesar de ello, sentía que me perdería en cualquier momento. ¡Qué horror! Suspiré varias veces para tranquilizarme mientras él seguía guiándome entre el mar de personas presentes, todos ansiosos, gritones, risueños y emocionados por la llegada del 2014 a Milwaukee.
Recibí uno que otro empujón durante nuestro trayecto pero ni siquiera tuve tiempo de voltearme a reclamar ya que mi acompañante parecía tener demasiada prisa por llegar.
— ¡Ve más lento! —grité sobre todo el ruido y la música al fondo, pero no volteó ni me respondió.
Las luces parpadeantes y de colores iluminaban el Club House a nuestro alrededor, todos se movían al ritmo de Don’t You Worry Child pero nosotros ya teníamos suficiente por hoy, o al menos yo sí, mis pies ya no darían para una sola canción prendida más. Es más, ni creo que para una lenta.
El calor de los cuerpos en movimiento sobrepasaba el nivel de oxígeno permitido adentro, muchos bailaban en pareja y otros con amigos, pero todos con una cosa en común; diversión.
Los observé mientras seguía siendo jalada hacia el frente, sonreí y después me pregunté vagamente cómo mis tacones soportaron una hora entera en la pista de baile junto a mi novio.
Creo que me afectó ligeramente aquella cuba libre (ron con coca-cola) que me bebí a fondo sin tiempo de respirar. O quizá fue la segunda. O la tercera. O la cuarta. O la quinta que se quedó a la mitad porque Justin ya no me dejó seguir tomando.
No es que yo sea una alcohólica, de hecho pocas veces había tomado algo que me afectara al organismo, pero este día, a nada de ser primero de Enero del año próximo, la emoción, adrenalina y calor se apoderaron de mí.
Eso sin mencionar los coqueteos del guapo de ojos mieles que me acompañó durante la velada, o me vigiló exageradamente cuando fui al baño, o le lanzó una mirada asesina al barman cuando éste intentó sobrepasarse conmigo.
¡Sólo está tratando de ser amable! Le había insistido a Justin. ¡Él estaba mirando a tus pechos, te dije que no usaras ese vestido tan escotado! Me había respondido él. Dios mío Justin, si vas a seguir así de paranoico mejor llévame a casa. No, espera. Espera Meredith. Es que, yo ugh, bueno… sabes que nunca había tenido otra novia antes, no tengo experiencia. Voy a controlarme, lo prometo.
Y su “controlarme” había consistido en hacer que al chico de apenas veintitantos años se le cayeran las copas llenas que llevaba a entregar, y después otras copas, y otras, y cuando intentaba recoger su desastre se le caían más cosas provocando la burla de todos los expectantes de la barra, todos menos yo.
La venganza es tan dulce, había susurrado a mi oído y, a pesar de lo enojada que estaba, había provocado un delicioso escalofrío en mi espina dorsal. Después habíamos bailado dos canciones más, Sweet Nothing y Sexy Bitch. Aún recuerdo mi cara de tonta cuando vi a mi super-chico hacer sus super-movimientos de baile demasiado sexys, demasiado calientes de cerca y de lejos, demasiado frustrante para mí tener que lidiar con las zorras fáciles que lo miraban con deseo.
No había sido tan difícil ahuyentarlas, sólo había tenido que jalarlo por la camisa y besarlo.
Nuestros labios probándose, nuestras lenguas tocándose y después sus manos tocando mis muslos sobre mi vestido había sido demasiado.
Demasiado realmente.
Ya tenía suficiente calor en la atmósfera para que Justin me diera más. Me había separado con una sonrisa coqueta y un beso en su cuello para dejarle claro a TODO EL MUNDO que él era mío. Él acariciaba mi cintura, mis hombros, mis brazos, luego me amarraba a su cuerpo y nos mecíamos al compás de los acordes, agitados, sudados, pero felices después de todo.