A las dos de la tarde me encuentro viendo televisión en la sala junto a mi tía Carter, con la cual platico sobre mil y un locuras graciosas e interesantes como de costumbre. A las tres recibo una llamada de Roger, hablamos por casi una hora entera sobre lo que hemos hecho ya que tenemos varios días sin vernos y él suena emocionado de oírme. Me cuenta cómo pasó el año nuevo en la cabaña de su difunto padre, —la cual le heredó—, con sus mejores amigos, me pide disculpas por no haberme invitado y me río cuando lo dice, es obvio que yo no encajo con esa bola de locos-maniáticos-alcohólicos-divertidos y cientos de adjetivos relevantes que son algo totalmente contrarios a mí. Cuando cuelgo el teléfono son casi las cuatro y no he recibido llamada alguna de Justin, no ha sonado ni siquiera el BIP que avisa una llamada entrante mientras hablas. No me precipito, tomo mi laptop y reviso mis redes sociales, permanezco en Twitter leyendo las tendencias populares un rato, y justo cuando más entretenida estoy, suena el teléfono.
—Yo contesto. —dice Carter.
— ¡No, yo! —dejo mi computadora sobre el sillón y doy zancadas veloces hacia el mueble donde descansa el teléfono. Ella ríe.
—Vale, vale, tranquila que no te vas a morir. —exclama divertida. Sigue pintándose las uñas de color plateado y yo le sonrío. Descuelgo el teléfono, salgo al patio de enfrente y contesto.
— ¿Hola?
— ¿Residencia Cooper? —pregunta una voz masculina y aguda.
Frunzo el ceño. —Si.
— ¿Se encuentra Julia Lee? ¿O hay alguien adulto con quien pueda hablar?
—Ella no, pero estoy yo. —miento.
—Bien. —parece no muy convencido, pero continúa—. Llamo para informar que hay una orden de embargo para su casa enlistada en nuestros archivos electrónicos. Las deudas han sobrepasado los límites de fecha para pagar y tendrán que abandonar la casa en los próximos tres días o el banco les quitará todo.
Mi corazón se detiene por una milésima de segundo. Quitarnos nuestra casa. NUESTRO HOGAR. En tres días. Tiene que ser una jodida broma para la televisión.
— ¿Qué? —me atraganto—. Eso no puede ser señor. ¡No puede ser! Mi madre ha pagado a tiempo, es decir, nosotros siempre hemos cumplido con lo requerido. ¡Jamás nos hemos atrasado! La casa está protegida, tiene que haber un error, ¿Puede revisar de nuevo?
—Lo siento señorita. Los datos son datos, no hay error alguno. No han pagado la casa y los impuestos como es debido. Lamento que no hay vuelta atrás.
— ¡No me venga con eso! ¡Voy a decirle a mi madre que vayamos a sus oficinas para arreglar esto en persona! ¿Quién DEMONIOS se creen ustedes? ¡Le digo que mi madre nunca ha fallado! ¿Entiende? ¡Su empresa es una jodida estafa! Váyase a la mierda, con todo respeto.
Y justo cuando mi corazón está más acelerado y estoy a punto de colgar, él vuelve a hablar:
—Ouch. Eso dolió. —susurra una voz conocida. ¡LA VOZ DE JUSTIN! Santa mierda.
—Hijo de p…
—Hey, hey, hey. Shhh. ¿A que soy buen secretario, eh?
¡Maldito! No puedo explicar lo que siento en mi interior. Rabia, coraje, odio pero al mismo tiempo unas inmensas ganas de reír. — ¡Te odio tanto ahora mismo! ¿Cómo pudiste? ¡Si tan sólo supieras lo enojada que estoy!
—Siempre he sido bueno haciendo muchas voces. ¿Sorprendida? —casi puedo jurar que lo veo sonreír.
— ¡Enojada, furiosa, fastidiada, siento todo lo malo que te puedas imaginar hacia ti! —bufo con mi pecho aún subiendo y bajando.