Las calles de la ciudad no sólo estaban nevadas sino también repletas de pólvora, residuos de botellas, basura y todo el desastre humanamente posible. Estaba claro que había sido un larga noche de inicio de año y el ambiente sólo daba indicios de una plaga de personas pasándola demasiado bien. No todos los fraccionamientos estaban así pero sí la mayoría.
Después de que fuéramos al cine a ver una película de comedia nos dirigíamos a un gran y conocido parque ubicado en el centro de la ciudad, el cual cuenta con altos árboles, muchos puentes, un lago que puedes atravesar arriba de una pequeña lancha, un Zoológico pequeño, una tirolesa, un teleférico y un sinfín de atracciones que lo hacen uno de los lugares más visitados de Milwaukee.
De la mano de Justin observé los animales metidos en jaulas y vitrinas, me llevé un par de sustos con los reptiles pero disfruté viendo los más pequeños como peces y tiernos como koalas. Luego de casi media hora en el Zoológico nos dirigimos al teleférico aunque me tuvo que forzar para aceptar ir. No es que sea fanática de las alturas, de hecho, las odio bastante. Le pagó al hombre de la taquilla un billete de veinte dólares, y me pregunté vagamente de dónde saca tanto dinero.
Primero los celulares, luego el cine y mis antojos de palomitas, soda y dulces, después esto. Si vamos empezando nuestra relación no imagino que seguirá después. Creo que definitivamente tengo que preguntarle dónde trabaja, porque en Grand Avenue como empleado no lo creo. Temblorosa y sujetando fuerte su mano pongo un pie dentro del teleférico, él me toma de la cintura por detrás y me empuja para que entre.
—Anda, sin miedo. —dice sonriente.
— ¡Se mueve horriblemente! —exclamo aterrorizada por las sacudidas que da y ni siquiera estamos en el aire aún. Justin ríe y se sube, cierra la puerta de cristal y me hace sentarme junto a él en uno de los cuatro asientos disponibles. Por suerte sólo somos nosotros dos.
—Tranquila. Cuando estás arriba es divertido.
— ¿Divertido? Claro, cuando las cuerdas metálicas fallen y caigamos desde cincuenta metros de altura voy a reírme mucho. —exclamo apretando fuerte su mano. Él vuelve a reír y besa la piel de mi mano con suavidad.
— ¿Ves muchas películas? —pregunta divertido—. Hay un dos por ciento de probabilidades de que suceda eso. Acá arriba es muchísimo más seguro que andar por las calles caminando en un día común. Además, yo no permitiría que el teleférico fallara.
— ¿A no?
—No. Puedo controlarlo, y aunque no pudiera hacerlo, no dejaría que cayeras.
Sus palabras logran reconfortarme un poco y sonrío. Recargo mi cabeza en su hombro y me preparo para la subida. El teleférico comienza a elevarse siendo controlado por dos firmes soportes de metal que van desde el inicio del parque hasta el final de éste, son aproximadamente diez minutos de recorrido y se puede observar no sólo el parque sino también gran parte de la ciudad. Suelto un suspiro ahogado cuando llegamos arriba y el camino al martirio empieza para mí.
—No te pongas tensa. —pide Justin abrazándome por la cintura—. Sólo disfrútalo. Mira hacia abajo.
—No. —respondo firme, mirando hacia nuestras manos entrelazadas.
—Por favor, Meredith. Imagina que estás volando conmigo.
—No es lo mismo. De cualquier forma me aterran las dos cosas. —reprendo.
Él sonríe de nuevo y luego me aparta la cabeza de su hombro. Me toma por la mejilla con una mano y me obliga a mirarlo a los ojos. —La vista es increíble. Confía en mí, esto no se caería ni en mil años, y si sucediera, yo estoy aquí para llevarte a otro lugar antes de que tocaras el suelo.