Patrick nos trae de vuelta a Milwaukee a Johnny y a mí. Cuando pongo un pié adentro de la casa observo a mis padres sentados en la sala entablando una tranquila conversación, que deja absolutamente de ser tranquila cuando nos ven llegar. No a mí precisamente. Es a Johnny a quien miran con los ojos saltados, papá se paraliza y mamá suelta un gemido.
—¡Johnny! —grita—. No puedo creerlo... no puedo...
Lo siguiente que escucho son lágrimas de felicidad, palabras de nostalgia y preguntas lloviendo por todas partes. Mamá es la primera en abrazarlo y llorar desconsoladamente. Mi padre se acerca a mí después de abrazar a mi hermano, y con tono dudoso, pregunta:
—¿Cómo lo encontraste?
Tomo un suspiro. —Es una larga historia.
A mi cabeza llega un recuerdo al decirlo. ¡Davis! me altero al recordar cómo Aaron lo azotó contra la pared dejándolo inconsciente, así que me apresuro a hablar.
—Ahora vuelvo.
No tengo que decir nada más, ellos están lo suficientemente concentrados en mi hermano como para notarme. Salgo de la casa y corro, verdaderamente corro a toda velocidad por la banqueta hasta que llego: La alberca gratuita. Jalo la puerta azul y entro con la respiración agitada por lo rápido que corrí.
Una vez ahí voy directo al lugar en el que Davis estaba, pero mi corazón se detiene cuando me percato de que el lugar está vacío. No puede ser. ¿Se habrá levantado así, herido, y encima confundido por lo que acababa de ver? seguramente podría darle un infarto. ¡Debo encontrarlo! corro por las cosas que antes dejé aquí a la banca, mi mochila con mi toalla y mi botella de agua, cuelgo ésta en mi espalda y por el rabillo del ojo veo algo que me sorprende. Mi iPhone. ¿Qué demonios...? lo agarro temblorosamente. Creí que Aaron lo había lanzado al agua, esto no tiene sent...
—Hola.
Aquella voz masculina me hace brincar. Mi corazón se acelera y me doy rápidamente la vuelta para encontrarme con Davis adentro de la piscina, nadando en medio como si nada le hubiese pasado.
—¡Davis! ¡Oh dios mío, estás bien! —la impresión que me causa al verlo se mezcla con un alivio enorme.
Él me regala una sonrisa con el ceño fruncido y nada hacia mi dirección.
—¿Disculpa? —pregunta curioso.
—Sí, esque yo, lamento haberme ido, en verdad puedo explicártelo todo, sé que fué lo más raro que has visto pero necesito que no le digas a nadie cuando te lo cuente. —hablo velozmente—. ¿No estás lastimado? creí que lo estarías. Vine aquí a buscarte para ayudarte y darte la explicación que te mereces —lo veo llegar a la orilla de la piscina e impulsarse hacia arriba con las manos para salir—, y también para agradecerte que me protegieras. Gracias en verdad, fué muy valiente de tu parte.
—Sí, suelo proteger mujeres y ser valiente, pero...
—Esque yo en verdad lo lamento. No era mi intención que aquello pasara, en serio. —interrumpo.
Se queda parado a una distancia considerable de mí, sus ojos azules se achican de tanto que arruga el entrecejo y se cruza de brazos, me observa intensamente, empapado y al parecer divertido por lo que acaba de oír.
—Yo también iba a utilizar la táctica de "Te conozco y te hablo" para conseguir tu número, pero, vaya mujer, me has ganado. —dice coqueto.
Mi boca se entreabre. —¿Qué? pero Davis, si hace apenas unas horas tú...
—Me asusta que sepas mi nombre, sabes. —sonríe—. Pero me alegra saber que seremos vecinos a partir de ahora y puedes dejar de fingir que me conoces. ¿Has hablado con mi madre, cierto? seguro te la encontraste usmeando en el camión de mudanzas. Ella es así de mirona y quiere asegurarse de que bajen todo con cuidado, además no ha dejado de mencionarme que si ya vi a la bonita vecina de mi edad que vive a tres casas de nosotros. Es ligeramente molesta, pero te caerá bien.