Capitulo 4.

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Desde la oscuridad me hace una señal de dirigirme hacia él. Hago caso y camino hacia adelante tosiendo por el polvo en la atmósfera, el cual acaba cada vez más rápido con el oxígeno, y brinco una gran piedra postrada en el suelo.

Él me atrapa y me enreda en sus brazos, me baja con cuidado y toco el suelo de tierra con mis pies cansados. Me suelta e intento verlo pero no logro hacerlo porque se voltea y sigue hacia adelante, el lugar cerrado en el que estamos consta de dos paredes de roca y la única luz que hay es la de la linterna que sostiene…

¿Quién? Camino más veloz y lo alcanzo, sigo a su lado pero él no me mira, al contrario de ello me rebasa.

— ¡Oye, espérame! —pido sintiéndome cansada, valla, realmente agotada.

¿Qué demonios está pasando? Sigo mirando a mis alrededores y todo es roca, piedras y tierra. Estamos en una especie de cueva sin salida. Mi respiración está sumamente acelerada y me doy cuenta de que estoy sudada, pero cuando toco mi frente noto algo más que sudor; sangre.

— ¿Justin? —le pregunto, pero apenas lo pronuncio se detiene en seco y la luz de su linterna se posa en mi rostro. A través de la tenue iluminación intento ver su rostro, me acerco un paso a él y pronto me doy cuenta de que sostengo una linterna en mi mano también.

Levanto mi brazo para alumbrarlo pero me lo baja de inmediato, me arrebata la linterna de un jalón y la tira fieramente al suelo. Jadeo cuando lo hace.

—Deja de provocarme. —advierte una voz maliciosa. Una voz que me eriza la piel, que se me hace familiar, y peor aún… que no es de Justin.

-

— ¡Despierta! ¡Despierta Meredith!

Una punzada cala en todo mi cuerpo y unos chasquidos a mis hombros me sobresaltan, haciéndome abrir finalmente los ojos. Aturdida por lo que acabo de presenciar me siento asustada, estoy prácticamente temblando y Justin me observa con ojos saltados y preocupados frente a mi rostro. 

— ¿Te sientes bien? ¿Qué estabas soñando?

Cuando intento hablar mi voz se corta, ¿Dónde estoy? Rápidamente me doy cuenta de lo agitada que estoy, sudo tal y como lo hacía hace unos segundos, ¿Qué pasó? Volteo a mí alrededor y veo césped, un lago, pinos… la dimensión de Justin.

Entonces todo regresa.

Yo durmiendo mientras lo esperaba. Él contándome lo que sucedió con los dienvoyés. Yo abrazándolo. Él besándome. Nosotros quitándonos la ropa… nosotros… oh. Oh mi Dios. ¿Yo realmente? Trago saliva.

Ya no soy virgen.

¡Ya no soy virgen! Una sonrisa de tonta satisfecha, enamorada y loca aparece en mi rostro y Justin frunce el ceño. 

— ¿Por qué no dices nada? ¿En qué estás pensando? Estabas moviéndote para todos lados, me despertaste. Jadeabas asustada y me preocupé. Estabas teniendo una pesadilla.

—Estoy bien. —y sonrío al tenerlo abrazándome por la cintura. Sus ojos mieles brillantes no me sueltan, su cabello está despeinado para todos lados, —supongo que el mío también—, y aunque sé que estamos desnudos, no siento vergüenza. Él se ha encargado de cubrir mi cuerpo y el suyo con nuestras prendas antes utilizadas. Nuestras piernas están entrelazadas al igual que nuestros cuerpos, y esta es la más malditamente hermosa sensación que he experimentado.

— ¿Vas a decirme que soñaste? —pregunta insistente.

Niego con la cabeza y luego me acerco a su rostro y pego nuestros labios. Sinceramente no tengo porqué contarle sobre el sueño, fue simplemente eso, un sueño insignificante e irreal. Acaricio su cabello húmedo y nos unimos en un dulce y suave beso por algunos segundos.

—Fue tan mágico como lo imaginé. —susurro cuando nos separamos—. Gracias.

Él vuelve a fruncir el ceño y luego me sonríe. Suspira contra mi pelo y acaricia tiernamente mi cabeza, haciéndome piojito. Qué bien se siente, adoro eso desde que tengo memoria. Papá solía hacérmelo antes de dormir o después de cada partido de vóleibol, o cuando veíamos los partidos de fútbol en la sala. Oh… papá. Qué buenos tiempos, desearía no extrañarlo tanto y no habernos peleado aquél día en navidad. Suspiro y Justin me besa la frente, luego busca mis ojos y entrelaza nuestras miradas. Acaricia mi mejilla sin decir nada, simplemente mirándome.

— ¿Qué? —pregunto curiosa.

—Nada. —su voz es muy baja. Vuelve a hacerme piojito con sus dedos deteniéndose en muchas áreas de mi cabeza, frotando delicadamente mi cuero cabelludo. Oh… —Es sólo que estoy… sin palabras. —sonríe.

— ¿Tan mala fui? —pregunto bromeando, tratando de hacerlo reír, pero al contrario de eso se pone más serio y parece no agradarle mi comentario.

—No vuelvas a decir eso —me advierte—, eres perfecta. Hacer el amor contigo fue lo más maravilloso que he vivido en mis veintiún años de vida.

Un enorme cosquilleo que me hace retorcerme se desliza en mi estómago y me hace ampliar una enorme sonrisa. El palpitar de mi corazón se acelera. Tomo un largo suspiro e intento hacerme a la idea de lo que acaba de suceder. Realmente lo hicimos. Nosotros realmente hicimos el amor.

Yo realmente ya no soy virgen. ¿Por qué me cuesta tanto aceptar esa idea en mi cabeza? Tengo diecisiete años. La misma edad que mamá tenía cuando se embarazó de mí. Mierda… quizá sea por eso que lo pienso tanto. Le reclamé tantas veces sobre ello y ahora he seguido sus pasos. Supongo que en el amor no se manda, mamá lo hizo con papá porque estaba enamorada de él y lo amaba, tal como yo del hombre que me mira cauteloso y tierno ahora mismo. ¿Cuándo la vida da giros tan impresionantes? Un día estás, otro día no, un día dices no hacer algo nunca, al otro día eres culpable de lo mismo que negaste hacer.

Valla ironías.

Mientras pienso y pienso él se recarga en mi pecho sin avisar y yo lo recibo alegre, un poco confundida, asimilando todo aún, pero alegre sobre todas las cosas. ¿Así de raro sentirán todas las mujeres después de su primera vez o sólo yo? Wow. Espero no ser la única. Pero lo amo, y ahora nada más importa.

—Esto es una locura. —susurro simplemente, perdiéndome en mis pensamientos revoltosos, mientras empiezo a hacerle piojito a él. 

— ¿Qué? —pregunta con voz ronca. —Mmm… —gime satisfecho por la manera en la que le relajan mis dedos en su cabello, pero automáticamente que lo hace recuerdo ese mismo gemido mientras entraba y salía en mí. Ese mismo pero más agudo y fuerte. Santo Dios. Me ruborizo ante el recuerdo, mi vientre se contrae. Valla mierda, ¡Es muy excitante recordarlo! Tengo que dejar de pensar en eso.

—Esto. Tú y yo. Nosotros. Cosas sobrenaturales. Nuestra relación. Todo es locamente genial. 

Suelta una risita y asiente levemente, parece que va a decirme algo pero se queda callado así que continúo acariciándolo. 

— ¿Qué piensas tú? 

Pero no responde. Frunzo el ceño, me inclino para verlo a los ojos y sonrío cuando me doy cuenta de que se ha quedado dormido. Mis dedos son mágicos, papá solía decírmelo. Beso su cabeza y me recargo contra él, lo abrazo también y decido que es tiempo de tomar otra cálida y confortante siesta antes de que tenga que volver a casa.

Twitter: @biebaslovers 

Segunda temporada de "Desde el más allá".

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