El dos de Enero del año 2014 inicia siendo devastador para mí. La noche anterior no pude dormir absolutamente nada, estuve mirando al techo y conteniendo el llanto en mi garganta para que mi familia no lograra escucharme. Con el cuerpo debilitado me levanto de la cama, camino hacia el baño y me miro en el espejo.
Qué horror.
Mis ojos están hinchados y el rímel corrido. Doy un profundo suspiro y abro el grifo. Un minuto más tarde que me he lavado la cara escucho un grito desde la planta baja.
— ¡Mer, Aaron está aquí!
¿Qué? ¿Aaron? ¿Pero qué mierda? Aturdida por la voz de mi tía Carter voy al reloj de mi cabecera y veo la hora: 1:06 de la tarde. ¡Madre mía! ¿Pero cuánto he dormido? ¡Pero si ni siquiera dormí! La última vez que vi el reloj recuerdo que eran las cuatro y media de la madrugada, para entonces cerré los ojos y cuando los volví a abrir eran las seis. Después los volví a cerrar, y ahora que los abro es la una de la tarde y olvidé mi cita con Aaron. Bufo y me tumbo de nuevo en mi cama. Cierro los ojos indispuesta para el mundo y minutos después la puerta de mi habitación se abre de golpe.
— ¡Pero mírate, Meredith Luttor Lee! —suena la voz de Carter por el silencio de mi habitación. La ignoro y continúo en mi viaje astral—. ¡Tienes a un bombón empaquetado allí abajo y pareces muerta!
—Vete. —susurro bostezando y abrazándome a mi almohada.
Ella gruñe y se acerca a la cama. Me toma por los pies y me da un tirón hacia abajo, casi tirándome al suelo. — ¡Ah! —grito.
—Vas a mover ese lindo trasero y te meterás a bañar. Yo elegiré tu ropa. —dice mientras me jala del brazo y me obliga a levantarme.
— ¡No, no quiero salir! —replico zombie.
—Y yo no quiero que Brad Pitt siga ignorándome, pero a veces la vida es muy injusta. —responde metiéndome al baño y abriendo la regadera—. Ahora, ¡Arriba! No sé que te pasó ayer, pero ya me contarás. ¡No hagamos esperar al príncipe!
— ¡Aaaggghhh! —protesto cuando me saca la camisa por encima de los brazos y me baja salvajemente el pants de dormir—. ¡Tía!
—Lo demás te lo quitas tú. —ríe mientras sale del baño meneando su rubia cabellera, satisfecha con su trabajo. Gruño para mis adentros una vez más, y ya sin opciones, me quito la ropa interior y me meto de un brinco al agua caliente.
Diez minutos más tarde mi escandalosa tía me obliga a salir de la ducha. Mientras me pongo una falda café pegada y encima de la rodilla, unas botas del mismo color, una blusa abotonada rosa pastel y una chaqueta de un café más claro que el de la falda, Carter se encarga de cepillarme el cabello y secarlo.
—Muy café. Parezco un chocolate. —exclamo haciendo una mueca mientras me observo al espejo.
—Un delicioso chocolate. —dice mientras me acomoda el cabello en ondas que caen sobre mis hombros.
— ¡Tía, no acostumbro usar faldas!
—Bien, pues tenías muchas en tu armario. No tuve opciones, tienes que lucir sexy para él.
—Bbbuuuaaa. —soplo mi propio copete y lo acomodo detrás de la oreja—. No me pintaré.
— ¡¿Qué?! —grita, e inmediatamente alcanza mi estuche de pinturas. Sin dejarme protestar ni hablar empieza a ponerme rímel y sombras, y delineador y brillo, y un montón de cosas que no suelo frecuentar a menos de que vaya a una fiesta.
Cuando termina me sonríe a través del espejo mientras sujeta mis hombros, yo continúo seria y, aunque hizo un excelente trabajo conmigo, no estoy cómoda. No quiero ir. Voy prácticamente obligada. —Estás preciosa.
Le dedico la sonrisa más fría que ha salido de mi boca en años. Ella por supuesto que lo nota pero no se inmuta en preguntar más. Me entrega mi bolso y me lleva consigo afuera. —Tu madre no está, salió con Johnny a hacer unas compras. —me dice mientras bajamos las escaleras.
Cuando pisamos el último escalón mis ojos encuentran a un chico alto de ojos verdes y cabello perfectamente arreglado, jeans levis color azúl, una camiseta a cuadros verdes con grises arremangada en los codos y unos tenis marca Vans de un alimonado verde. El sujeto va a la moda. Su vestimenta sólo hace que el color de sus ojos resalte más de lo normal. Su mirada evalúa cada parte de mi cuerpo discretamente y luego sonríe levemente.
—Ella lamenta la tardanza. —se disculpa por mí Carter, quien no me suelta los hombros. Aaron asiente sin dejar de mirarme con curiosidad—. ¿Verdad, Meredith?
Simplemente asiento con la cabeza. Él sonríe más ampliamente y a continuación estira su brazo hacia mí. En su mano sostiene una rosa blanca, ¡Otra! Y me la entrega. La recibo sin perder la compostura y la huelo inmediatamente. Es algo que siempre hago.
—Para que le haga pareja a la otra. —dice, y vuelvo a asentir sin responder. A Carter parece molestarle eso ya que aprieta mis hombros y jadeo en voz baja.
—Gracias. —articulo obligadamente. Aaron me da un asentimiento de cabeza y luego mi tía me arrebata la rosa de las manos.
—Bien chicos, no quieren que se les haga tarde. Ya me encargo de esta lindura. —dice mientras se acerca al florero y mete la rosa en agua junto a la anterior—. Vayan a divertirse, los veo en la tarde.
Y sin que ambos digamos nada vuelve a nosotros y nos empuja hacia la puerta. La abre y prácticamente nos lanza como bala hacia afuera. Qué amabilidad.
—Adiós y gracias. —es lo único que puede decir Aaron antes de que Carter nos cierre la puerta en la cara. Él ríe, y por lo tanto yo también, aunque mi risa es sinceramente falsa.
Esquivo su mirada y es entonces cuando experimento lo que se podría decir amor a primera vista. ¡Un Dodge Charger! Jadeo sorprendida porque ese siempre ha sido mi auto favorito en la vida. Cada que veo a alguien manejar uno suelo alucinar, y, ¡Parece que ahora me subiré a uno! Es color negro reluciente y precioso, parece del año. Cuando Aaron nota mi amplia sonrisa saca unas llaves de su bolsillo y quita la alarma.
—Veo que te gusta. —dice con picardía. Asiento embobada por la perfección que tengo frente a mis ojos y él me dirige una mirada coqueta—. ¿Te gustaría conducirlo y así me das un recorrido por tu ciudad?
Y me olvido del mundo entero. La respuesta es más clara que el agua y el cielo despejado en días de verano.
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