Rock & Drug

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Nunca sabes que va a ser de tu vida. Un día puedes estar tranquilamente fumando en el salón de tu casa y al siguiente dando un gran concierto de rock. Todos hemos soñado con ser estrellas del rock cuando éramos pequeños. ¿Qué mejor que cumplir ese sueño? Todo sucedió a mis veintitrés años de inmadurez, aún era un chaval cegado por los instintos y hacía todo lo que me venía en gana. Junto a mis amigos formamos una pequeña banda y no tardamos en tener a todo el campus a nuestros pies. Bryan, un compañero de la infancia, cedió a ser el bajo. Era un muchacho menudo y con gafas que gracias a la invención de las lentillas y el gimnasio se había convertido en el chico más aclamado de la clase. Kalen, el teclado, era un compañero que hacía ciencias conmigo. De pequeño sabía tocar el piano, pero decidió irse por otra rama y encontrarse con el rock. Kalen era un chico normal, ni muy alto, ni muy bajo, ni muy fuerte y tampoco muy canijo. Lo único destacable en él eran sus ojos marinos, los que volvían loca a cualquier mujer. Sam, mi mejor amigo, era el batería. Desde que lo conozco siempre ha sido una persona muy nerviosa, y se pasa las clases dando golpes con el bolígrafo contra la mesa y moviendo de forma molesta las piernas. Siempre tenía una sonrisa en la cara, que estaba decorada con miles de pecas a juego con su anaranjado cabello.

Y luego estaba yo.

Mi nombre es Matthew, aunque todo el mundo me llama Matt. Tengo el pelo castaño y dos esmeraldas por ojos. No estoy tan fuerte como Bryan pero tampoco tan canijo como Sam.

Y soy el guitarrista y vocalista del grupo.

Al principio comenzamos a tocar en el pequeño bar de la madre de Sam, pero a medida que el tiempo pasaba cada vez había más público y más conocidos nos hacíamos. Pasamos a tocar también días puntuales en los que hubiera alguna fiesta e incluso en los partidos de baseball de nuestra pequeña ciudad. Todo iba sobre ruedas y parecía que la suerte se había puesto de mi lado y había venido para quedarse. No pasó mucho tiempo hasta que una pequeña productora se fijó en nosotros.

Era una noche lluviosa de marzo, estaba en mi habitación escuchando alguna canción de my chemical romance cuando llamaron al teléfono. No me molesté en cogerlo, pues mi madre siempre se adelantaba. Después de que intercambiaran algunas palabras que no llegué a comprender a causa del alto volumen de la música mi madre gritó mi nombre.

—¿Qué quieres?

—Es para tí.

Con los pies me impulsé en la mesa y rodé en la silla hasta la puerta, donde me levanté y fui a atender el teléfono.

Ahora que me daba cuenta aquel teléfono estaba ya muy viejo, ni siquiera recordaba cuánto tiempo llevaba en la casa y la verdad esque ya era hora de cambiarlo.

—¿Sí?—Contesté algo desanimado, no había sido un buen día en la universidad.

—¿Eres Matthew Sanders?—Una voz grave sonó en la otra línea.

—Sí, soy yo.

—Soy Chris Tomson, productor.

—¿Productor?—Pregunté confundido.

—Así es. Le he estado echando un ojo a ti y a tu banda y me parecéis muy buen grupo.

—¿De veras?—Dije ilusionado.

—Por supuesto. Ya he hablado con tus amigos, verás... me gustaría hacer un contrato.

Con el pulso a cien y la voz temblorosa acordé quedar con Chris una semana después para acabar de hacer todo el papeleo y convertirnos, al fin, en una banda oficial.

Cuando la conversación finalizó colgué y solté un grito de alegría.

—¿Qué pasa?—Preguntó asustada mi madre.

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