Una vez, hace mucho tiempo, escuché un curioso experimento. En este, se relataba que un hombre guardaba a su gato en una caja y, junto a él, un complicado y enrevesado mecanismo que, depende de si se activaba o no, una botella de cianuro se quebraría y el gato moriría. El gato tenía una posibilidad del 50% de sobrevivir, y solo era posible saberlo abriendo la caja. De esta manera se demostró que durante el tiempo en el que el animal estuviera en la caja y la caja estuviera cerrada el gato estaba vivo y muerto a la vez. En aquellos tiempos no le hice mucho caso a una pequeña e insignificante paradoja como aquella, calificándola de irrazonable. Y la verdad, nunca fui muy destacable en ciencias, y tal vez en aquel aspecto pude dejar el experimento de lado. Pero, con el tiempo, he conseguido darle otro sentido. Un sentido relativo, poético y filosófico. El hecho de estar vivo y muerto a la vez, descubrí que era posible. Y es exactamente el estado en el que me encuentro ahora.
Pero antes de todo esto debemos empezar por el principio.
Yo era un chico con mucha suerte. Mi vida era de lujo. Tenía una familia, amigos, amantes y todo lo que me propusiera acabaría sí o sí en mis manos. Mi nombre era Fred Jones, estudiaba en la universidad de Oxford, aunque yo vivía en Londres. Estudiaba lo que quería, y era bueno en todo. Y en lo que no lo era mi belleza lo solucionaba. Era una vida perfecta hasta que algo maligno entró en ella con la máscara de diversión.
Drogas.
Alcohol.
Gasolina.
Un cóctel letal que me llevó al nicho en vida.
Todo empezó un día soleado de Agosto.
Era jugador de futbol, y volvía de una perfecta victoria, junto a mis compañeros.
Reíamos caminando por las calles, felices a más no poder. Aquella maldita felicidad que me arrebataron. Paramos en un bar a celebrar el partido.
—Vale vale, un momento.—Dije entre risas.—¿Vamos a celebrarlo poniéndonos pedo?
—¡Por supuesto!—Exclamó Alfred.
—Y no solo con alcohol...—Dijo divertido el idiota de Kevin.
—Ah no, yo a eso no me apunto.—Se negó el perspicaz de Erik.
—¡Vamos Erik, no seas un nenazas!—Alfred le dio un golpe en el hombro.
—¿Y tú qué dices, Fred?—Me preguntó Kevin y le miré con una sonrisa.
—Vamos a divertirnos.
***
Los rayos del sol me despertaron como si se trataran de grandes focos. Me incorporé y un seguido de pinchazos martillearon mi cabeza. Con un quejido me la sujeté con la mano.
—Joder...
Miré a mi alrededor, tratando de recordar dónde me encontraba. Me levanté del suelo con dificultad y observé que me encontraba en casa de Kevin. La casa era una verdadera pocilga donde no faltaban los cerdos. Kevin se encontraba en ropa interior estirado en el sofá, Alfred en un rincón de la sala, sentado y con la espalda apoyada en la pared y Erik... Erik no estaba.
—Oye tío.—Zarandeé a Kevin, pero este no despertaba.—¡Levanta imbécil!—El grito me dolió hasta a mí. Se incorporó, mareándose un poco.
—¿Qué... qué pasa?...—Le dieron náuseas, pero no echó la pota.—Puaj... qué asco de resaca...
—Erik no está.—Hizo una mueca.
—No se quedó...—Dijo a medida que la voz se le apagaba.

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Relatos
Historia CortaPues eso, relatos. Ea, palante Empecé a escribir estos relatos en 2014, así que la gran mayoría son una mierda. Si queréis leer algo con un mínimo de calidad empezad por los últimos, o leed la historia en la que actualmente estoy trabajando, en mi c...