Capítulo 17

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-URSS-

La nieve crujía bajo mis pesadas botas negras. El caminar a solas me ayudaba a despejar mi mente, aclarar mis ideas y mis pensamientos.
Es relajante, como una terapia en la que no tenía que invertir dinero para sentirme mejor.
Tenía todo bajo control, tal como lo planeé por mucho tiempo después de mi muerte.

Después de tanto tiempo en la oscuridad, por fin podía salir a cumplir mi plan maestro, acabar con mis enemigos y ser el nuevo líder de la ONU.
Solo tenía que deshacerme de esa vieja amargada y de el capitalista egocéntrico.

No podía esperar para sostener sus cabezas en mis manos, quemar sus cuerpos y formar una fogata enorme. Someter a los demás países a mi reinado, excepto a él y convertirme en una potencia poderosa.

El pensar que estaba a unos pocos pasos de ser el ser más temible de la historia formó una sonrisa en mi rostro.
Prendí un puro, inhalándolo con suavidad para sentir el calor en mis pulmones.

Sentí una fuerte punzada en mi brazo, me lo toque, viendo una flecha incrustada.
Exhale el humo, sacando con suavidad el objeto punzante, había traspasado todo mi músculo así que no quería desgarrarme y que tardara más en sanar.

Una flecha con punta de jade.

Mire a los árboles, viendo la enorme figura de esa personita que ansiaba por ver

- ¡Imperio Azteca! - le sonreí - Que gusto me da verte.

Bajo de un salto, la nieve a su alrededor voló, formando un circulo en sus pies.

Se veía tan amenazante, como un tigre contemplando su próxima presa.
Sus ojos le brillaban espléndidamente, tanta elegancia y ferocidad en una mujer, era excepcional, increíble, majestuoso. Para ser sincero, tenía más músculo de lo que me imaginaba

- Debo admitir que las descripciones en los libros no te hacen justicia - Analice su figura - Eres muchísimo más  imponente en persona.

- Basta de halagos - sacó sus cuchillos de jade de sus costados.

- Oh pero me encanta dar cumplidos - puse mi mano en mi pecho - Podría compararlos con poemas de un verso.

- Te cortare la lengua a ver si así te callas - se puso en posición de combate.

- Cariño, yo no quiero pelear contigo - puse mis manos detrás mío - Te estaba esperando.

Levantó la cabeza viendo a sus lados

- Solo - le aclare - Aquí no abra una batalla, solo una conversación entre un hombre poderoso y una mujer venerable.

- Basta de teatros y palabras vacías - Me gruño - Ve al grano.

-Imperio Azteca-

Tenía en mente a un hombre grotesco, pero su aspecto iba más allá de lo que imaginaba.
Su cabello era largo como oro oxidado, de textura ondulada con una que otra rasta y trenza, tenía una barba larga despeinada, ojos cristalinos como el de su hijo, Rusky, cicatrices en toda su cara, una que partía el labio, otra la ceja, una en la sien derecha, tenía un ojo ciego y tatuajes en todo el cuerpo, bueno, solo se le asomaba por el cuello y las manos pero creo que mi hipótesis es correcta.

Parecía más un guerrero retirado, o un soldado caído en batalla.

- Azteca... - continuo hablando - Tu y yo somos los representantes más poderosos del mundo, la ciencia lo confirma, por lo tanto, el que tú y yo peleemos, sería una pérdida de tiempo.

Si nos volvemos a encontrar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora