Capítulo 8

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-México-

Después de un buen rato de no entender las chingadas coordenadas, me adentre a un pueblo abandonado de la mano de Dios. Solo habían como veinte casas, una placita, un mercado, una iglesia más chiquita que mi meñique, un parque y no podía faltar una cantina.

Me estacione detrás de la cantina, viendo la carta

- Ay pinché URSS, si ya sabes que tengo cerebro de cacahuate ¿para que me dejas cartas tan raras? - levante la hoja - ¿Será norte o sur?.

Un camión con alcohol me toco el claxon para que moviera mi moto por que le estorbaba

- YA VOY PINCHÉ MAMA HUEVO - gruñí, acelerando y estacionándome detrás de una casa - ¿FÉLIZ?.

Dios como me caga la gente.

Quise descifrar la hoja pero de verdad es imposible, si Colombia estuviera aquí, lo hubiera resuelto en cinco segundos.

Del enojo de saber que me habían apartado de mis amigos, mandándome a casa de la chingada donde se perdió Tarzan a la vuelta, mis ojos se tornaron rojos, haciendo que quiera destruir la hoja en millones de pedazos.

Se escuchó un pequeño "PSSST" a lado mío. Salte por que me tomo por sorpresa, hasta que mire a la dirección del sonido.

De la barda que dividía la calle con una casa, se asomaba una pequeña niña, no más grande de los siete años, con cabellito rizado esponjado color café oscuro y los ojos verdes más bellos que he visto.

- ¿Eres el charro negro? - me hablo en un acento regio mexicano.

- ¿Quien pregunta? - metí la carta en mi pantalón.

- Soy Sofi - sonrió, extendiendo su manita hacia mi.

- Mucho gusto Sofi - tome su palma delicadamente y le di un beso en la mano - ¿En que te puedo servir?.

- Ji ji, eres tan encantador como me contaron - saltó.

- ¿Donde están tus padres? - mire a todos lados - No deberías de hablar con extraños, es peligroso.

- Tu no eres un extraño, eres el charro negro y viniste a rescatarnos - hablo en un tono más bajo.

Me eche hacia atrás confundido, para levantarme de la moto y mirar encima de la barda hacia ella. Traía un hipil mega roto, sucio y descuidado, con sus piecitos llenos de tierra.
Traía una herida que rodeaba todo su tobillo, se veía fresca, como si se hubiera arrancado algo.

- ¿Por que tienes esa herida?.

- Es que los hombres malos me pusieron collares en las piernas para que no me saliera del sótano, pero lo logré con agua babosa - sonrió.

Se me puso la piel de gallina, mire a ambos lados, yendo a esconder mi moto a un arbusto. Regrese, saltando la barda para estar frente a frente con La Niña

- Guíame hacia el sótano - le tome la manita.

- SI - corrió, llevándome a una ventana rota abajo de una casa - De ahí salí.

- Okay, muévete un poco - la parte del camino, pateando la ventana para poder entrar sin cortarme.

Entre poco a poco, estaba tan oscuro que no podía identificar figuras. Busque la cadena de un foco para prenderlo, pero antes de que pudiera hacerlo yo, alguien más lo hizo.
El cuarto se iluminó, dejándome ciego por un momento, cuando por fin recuperé mi visión, pude ver a cientos de mujeres amontonadas en una esquina con palos y piedras.

- ¿Quien eres? - una de ellas gritó.

Me quite el sombrero, colocándolo en mi pecho.

Todas suspiraron, bajando sus armas.

Si nos volvemos a encontrar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora