Capítulo cuarenta y dos

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Anna miro a Justin con detención frunciendo el ceño.

—Pensé que no tenias novio.

—Estoy llena de sorpresas. —Dije con nerviosismo.

—Ya veo. —Esta vez sonrío en su dirección. 

Justin paso una de sus manos por su cabello. 

—Eh... Es un gusto señora Brooks. —Su voz sonó mas despacio de lo común.

—Dime Anna. —Sonrío.— Estoy muy feliz de conocerte.

Se relajo notoriamente al escuchar la forma alegre en la que ella hablo.

—Gracias, igualmente Anna. —Justin devolvió la sonrisa.

Sentí como un peso se quitaba de mis hombros al ver que a mi madre le había agradado Justin.

—Pero vengan, pasen, hace mucho frío aquí.

Ambos asentimos y entramos a la casa.

El cálido ambiente nos abrazo. Todo se encontraba tal cual lo recordaba, cada cuadro y fotografía se encontraba en su lugar.

—Deben tener hambre ¿quieren que les prepare algo en especial? Lo que quieran, solo pídanlo.

—Lo que sea esta bien mamá.

Justin asintió. 

—Claro. —Río.— Traeré chocolate caliente y galletas. ¿Te gustan las galletas caseras Justin?

—Pu..Pues...—Dudo.— Nunca las he comido. —Murmuro. 

Lo mire con ternura.

—Te encantaran. —Entrelace nuestros dedos y le sonreí. 

—Es cierto, las traeré rápido. ¿Kevin me quieres ayudar? —El asintió con emoción y ambos fueron rápidamente hasta la cocina.— Dejen las cosas en tu habitación hija. —Ella grito desde el otro cuarto. 

Asentí.


—Vamos. —Tome su mano y lo guíe por las escaleras hasta la que era mi habitación. 

Era como si nadie hubiera entrado a ella en meses, todo estaba como lo deje la ultima vez.

Sonreí con melancolía. 


—Lindo cuarto. —Justin sonrió y se acerco lentamente a mi.— Estoy muy feliz porque las cosas con tu madre se hayan solucionado. —Tomo mi cintura con sus manos.— Ella es muy simpática. 

—Cuando quiere. —Reí.

—Supongo que así son las madres. —Musito. 

Lleve mis manos hasta sus mejillas y las acaricie con suma delicadeza.

Cerró sus ojos levemente y suspiro.

—Gracias Justin. —Murmure. 

—¿Por que? —Me miro extrañado. 

—Por esto, por todo en realidad. —Sonreí.— No habría podido hacerlo sin ti. 

Sonrío.

—Te quiero. 

—Yo también te quiero, mucho. —Rodee su cuello con mis manos haciendo que el se inclinara un poco y lo bese.

Lo bese lentamente, de una manera tierna y delicada.

Cuando nos separamos juntamos nuestras frentes.

—Debemos bajar, tu mamá puede encontrar extraño que tardemos tanto. —Rió. 

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