Ser o No Ser VII: Rojo Amanecer.

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Llegamos al centro gracias a otro vehículo que robamos. Acto seguido, nos detuvimos en el Neuer Wall, una calle de lujo en Hamburgo y a pocos metros del Ayuntamiento. A esa hora pocos locales estaban abiertos al público, pero decidimos ir a una tienda de ropa a pocos metros de un puente que conectaba al Ayuntamiento.

—Corre, corre —gritó yendo a un bar abierto.

Silenciamos al hombre a cargo inmediatamente, en conjunto con un mesero y los amarramos para que no se moviera del lugar. Después, simplemente esperamos.

Se escuchaban las patrullas de policía a lo lejos, mientras que mirábamos lo que sucedía ahora como simples espectadores en una obra de teatro.

—La policía llegó —dije mirando a Sarah; sentada al frente mío en el bar.

—Eso parece —respondió al ver las luces brillando en su rostro.

Vimos los oficiales con sus típicos trajes entrar armados al local, pero allí no abría más que una mujer de rasgos asiáticos aparentemente dormida atrás del mostrador. Eso no sería lo primero y más raro que verían entonces, ya que minutos más tarde, verían a dos mujeres observarlos.

—Nos vieron las cámaras; vienen hacia acá —advirtió Sarah, poniendo su pistola sobre su pierna.

A pesar de ese desenlace, los oficiales se encontraron en un sitio de guerra tan rápido como descubrieron que iban a morir. Las balas de otros sujetos comenzaron a suprimir la fuerza policial de forma agresiva.

—¡Son ellos! —exclamó Sarah, echándose al piso y arrastrándose por éste para apagar la luz del local.

Los oficiales cayeron abatidos finalmente y los disparos cesaron luego de un tiempo, haciéndose una tranquilidad que me ponía los pelos de punta.

—Van a avanzar —advirtió Sarah poniéndose de pie y con el fusil apuntando hacia afuera.

Y tal como dijo, más temprano que nunca, vimos a cuatro sujetos avanzar hacia el carro de policía, que todavía tenía a oficiales agonizando o ahogándose en su propia sangre. No se habían dado cuenta de nuestra presencia hasta el momento, pero eso duraría poco.

—Aquí vienen... —masculló.

Me puse contra la pared y, de repente, vimos una mujer entrar, con un fusil lleno de accesorios tácticos. Pero, lamentablemente, ni con tanto accesorio podría detener las balas que entraron en su cuerpo a quemarropa. El estruendo hizo retumbar los vidrios hasta que éstos mismos se rompieron cuando sus amigos se dieron cuenta de nuestra ubicación.

—¡Agacha la maldita cabeza! —exclamó Sarah.

Los disparos se detuvieron y entraron dos más por las ventanas rotas, esperando encontrarnos a simple vista, pero para al momento en que supieron que estábamos abajo de las mesas, ya eran simples cadáveres.

—Queda uno más —aseveró Sarah nuevamente, cambiando el cargador de su subfusil y tirando el vacío al piso.

Antes de que Sarah me dijera que no me asomara mi cabeza, una bala falló por milímetros de mi craneo, golpeando el auricular derecho e impactando mi oreja del mismo lado. De ese momento recuerdo como si fueran fotografías en mi cabeza; una foto de mí sintiendo el golpe en el auricular, la segunda cayendo al piso y la tercera sintiendo el dolor tan agudo con sangre saliendo de el lateral de mi cabeza.

—¡Ellie! —escuché en una especie de sonido sordo.

Hubo mucha sangre, mucho dolor que se fue yendo de apoco y trayendo de nuevo mi audición gracias a mis cualidades curativas.

El Renacer De Ares (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora