Crecimiento Molecular Indefinido II: La Supervivencia De La Lujuria.

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Fueron cerca de dos días en que estuve inconsciente. Había perdido mucha sangre y no podía moverme mucho o un adormecimiento se expandía desde mi pecho hasta mis extremidades. Estaba vendada en mi totalidad, ya que habían heridas hasta en mis genitales. Desperté en un lugar que no era mi habitación ni la de un hospital pero, por alguna razón aparente, me sentía cómoda en aquella gran cama matrimonial. A mi lado, estaba Yae en un profundo sueño, sosteniendo mi mano vendada.

—¿Por qué está aquí? —me pregunté en voz alta, recordando la vez en que ella se quedó conmigo en el hospital.

Los rasgos de su cara me dieron un flashback, en que sus ojitos abrían y desenfundaba una hermosa sonrisa que me hizo feliz durante unos segundos. No sabía por qué tenía esa sensación de que la conocía de algún lugar en específico, sin embargo, mientras estaba en medio de una laguna mental, Yae despierta y me miró con unos ojos que terminaron por avergonzarme.

—¿Cómo te sientes? —preguntó levantándose súbitamente para poner su mano en mi frente.

—Tienes fiebre —concluyó ella parándose para ir hasta una mesa y remojar una toalla azul en un líquido verdoso.

Había quitado la mirada de Hanako, y tenía mis ojos en la futurista habitación donde me encontraba. El piso era una alfombra color marrón y un gran ventanal tapada mayoritariamente por una cortina que casi llegaba al piso. Había también, una chimenea con fuego iluminando parte de la oscuridad que reinaba en la habitación y, al frente de esta, un escritorio con un dispositivo digital transparente en él y todo lo demás eran hermosos muebles barnizados y tallados como por un profesional.

—Que extraño... —murmuré—, ¿dónde estoy?

Yae regresó con aquella toalla y la puso en mi frente. Se sentía muy refrescante.

—Estás en Belka, tuvimos que traerte aquí —respondió luego de volver a sentarse en una silla.

—¿Tuvieron? —pregunté un poco interesada.

—Altair, tu madre y Lyza —replicó ella.

La puerta se abrió de repente, dejando ver un pasillo con murallas blancas y un piso plomizo, pero eso no fue lo que más me impresionó, sino que una joven de cabello negro y ojos cafés entró a la habitación con un aura de marcialidad irrompible.

—¿Lyza? —pregunté intentando moverme para ir a abrazarla.

Ella simplemente se quedó mirándome en silencio, mientras que mi mano se quedaba estirada y mis heridas sangraban cada vez más por el movimiento tan brusco que había hecho.

—Quédate tranquila —dijo ella sin siquiera cambiar de expresión —. Todavía tienes heridas abiertas.

Sentí un dolor en mi corazón, como si me hubieran cambiado a mi hermana por una roca. No tenía expresión, no sentía nada de lo que sentía antes por mí. Ella era mi única esperanza en ese momento, por lo único que seguía viva.
Lyza más tarde, sacó un gran rollo de vendas azules y, mientras yo me quedaba tranquila, ella cambiaba las tiras que ya habían absorbido más de un litro de sangre y que comenzaban a manchar la cama en que había dormido. Sus manos eran frías y sus ojos parecían perdidos.

—¿Lyza? ¿Me recuerdas?

—Elizabeth, mi melliza —respondió vendándome el brazo.

El Renacer De Ares (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora