Ojo Por Ojo III: Kommando SpezialKräfte

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El verano se hacía presente en ese día caluroso. Las temperaturas subían hasta los 30 grados Celsius.

Las colchonetas sonaban cuando caían al piso producto de las técnicas de defensa personal. Aprendían a combatir como les enseñaban las máquinas y yo. Sabía combatir de verdad y tenía la seguridad en mí suficiente como para acabar con cualquiera.

—No, no —decía, apuntando hacia un pulgar que no estaba escondido—. Alguien podría agarrarte el dedo y te lo haría añicos. Escóndelo dentro de la mano.

El Karate que se me fue enseñada de pequeña, serviría no sólo por sus técnicas, sino que por las veces que lo puse aprueba. Nunca me falló ni un golpe y ningún bloqueo.

—Puedes agarrarla del pelo y atraerla hacia ti de esta forma —decía mientras que ellas luchaban en el piso—. Nunca des el primer golpe; deja que siempre tu oponente se descubra y aprovecha eso.

Luego, entrené Jiu-Jitsu brasileño, aprendí a luchar en el piso y, con mis conocimientos en medicina, logré dar golpes más efectivos al entender la anatomía del cuerpo. No había duda de que mi técnica había cambiado a una más efectiva para matar.

A pesar de todo, seguía siendo alumna. Aprender artes marciales en unos pocos años, es como sólo salir del jardín de niños. Cada situación es distinta, por lo que necesita técnicas distintas. Bruce Lee decía que no le teme a quien sabe mil técnicas distintas, le teme a quien ha practicado una técnica mil veces.

—¡Atención; firmes! —escuché a mi sargento mis espaldas.

Todas nos levantamos y nos pusimos tensas a más no poder, mirando al Sargento Instructor quien se paraba en el marco de la puerta y miraba hacia los alrededores.

—¿¡Dónde está Goldschmidt!? —preguntó entrando al lugar.

—¡Firme mi Sargento Instructor! —exclamé.

—Tome sus cosas y venga conmigo, la Capitana Miller la espera.

—A su orden mi Sargento Instructor!

Caminábamos ahora por uno de los tantos pasillos del área de Logística de la base, siendo guiada por el Sargento hacia una oficina. Tocó dos veces la puerta sutilmente, hasta que Lyza la abrió.

—Puede irse, Sargento.

—Sí, señora —respondió él con nerviosismo.

Lyza agarró de mi mano derecha y me introdujo bruscamente hacia el lugar, quedándose atrás de mí.

—¿Me necesitaba, mi Capitana?

A pesar de ser pareja, mientras estuviéramos con uniforme, éramos simplemente una soldado y una oficial que se conocían muy bien.   Pero tenía el presentimiento de que esa vez sería diferente.

—Goldschmidt, ¿sabes qué puntaje obtuviste en la última prueba? —preguntó muy seria.

—Un 100 perfecto, mi Capitana —respondí.

—¿Estás segura de eso? —dijo mirando unas hojas en su mesa.

—Sí, mi Capitana.

Estaba dudando de mí misma en el momento en que puso esas hojas en otro lugar de su escritorio.

—Goldschmidt, me parece increíble que hayas cumplido con tu parte del trato. Eres sin lugar a dudas, la mejor en todos los campos. La sección ganó todos los campeonatos militares a nivel regional e internacional gracias a ti.

Me quedé en silencio, recordando cómo superaba a los hombres rana daneses en el triatlón que se hizo en Estados Unidos.

—¿Viste las noticias? —preguntó.

El Renacer De Ares (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora