Olvido y Perdón II: En Las Mentiras También Hay Verdad.

31 4 1
                                    

Recuerdo que el día siguiente, llegué a clases, Erika estaba donde mismo y Larry a primera hora metiéndome conversa o haciéndose el chistoso conmigo. Erika ni me dirigía la mirada, bueno, nunca tampoco intenté conversar con ella.

Ya era la última hora que nos tocaba y eran cerca de las 3 de la tarde. Estaba poniéndole atención al profesora, cuando este mismo me llama la atención.

—¿Elizabeth? ¿Te sientes bien? Estás muy pálida. —Se acercó a mí hasta llegar a mi pupitre.

—¿Eh? Sí, me siento bien. Ehm... quizás sea por el frío.

Habían unos 27 grados Celsius ese día. bastante caliente como para ser un día de primavera.

—Si te sientes mal, no dudes en avisarme.

Asentí con la cabeza y ella terminó de hablar, dando momentos más tarde la autorización para salir de clases. Una vez afuera, me topé con uno de estos vehículos anfibios de la Bundeswehr mientras que soldados armados custodiaban toda el área.

—Qué extraño... —murmuré intrigada.

A pesar de eso, miré hacia la calle y me topé con mi papá al lado de un vehículo que decía en grande: "Policía Federal". Nunca esperé volver a verlo después de lo que sucedió el día anterior. Los humanos de verdad que dan asco.

—Elizabeth, hay unos amigos que necesitan tu ayuda. ¿Puedes venir? —preguntó mi padre, con la mirada preocupada y aparentemente olvidando por lo que me hizo pasar.

Típico... cuando tienes un problema, en vez de llamar a alguien especializado en el tema, llamas a tu hija para que haga el trabajo. Bien, papá.

—Me niego.

Intenté caminar por el lado contrario, pero un hombre alto armado con un fusil me esperaba para detenerme.

—¿A dónde vas pequeñita?

Me devolví sobre mis pasos, intimidada la altura y determinación de aquel hombre, pero choqué contra algo en mi espalda que todavía no tenía figura alguna. Sin embargo, cuando me detuve en seco, aquella figura se convirtió en Altair, empuñando su sable en contra de la garganta del uniformado.

—¿A quién crees que estás deteniendo, escoria? —preguntó ella amenazante, para luego dirigirse a mi padre sin quitar la mirada de su objetivo—. Nunca esperé que cayeras tan bajo.

—Es importante, Altair. Ellos necesitan ayuda especial —se excusó inmediatamente.

—Entonces busca esa ayuda especial en otro lugar, pero no aquí. Sabemos todo acerca de ti y de lo que has hecho —respondió Altair.

Los hombres que rodeaban a mi padre estaban apuntándonos. No les importaba ni siquiera estar frente a un colegio.

—Altair, baja eso, por favor. Iré con ellos—murmuré tomando su mano.

—Pero Elizabeth....

—Sólo hazlo —musité antes de que terminara ella de hablar —. Es la única manera.

Ella bajó su arma para luego ponerla en una funda que apareció prácticamente de la nada. Su mirada asesina inquietaba a todo el mundo, literalmente.

El Renacer De Ares (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora