La historia se desarrolla al rededor de Elizabeth Goldschmidt. Nacida de una extraña cruza entre extraterrestre y humano. Nada está claro, así como su paradero hoy.
Tan letal como un disparo y tan sigilosa como un búho, es Elizabeth Goldschmidt. D...
El mismo día que me llamó la Ministra, ingresé al 5º Batallón de Reconocimiento de la Bundeswehr. Iba a entrar al Servicio Militar Obligatorio como se estaba haciendo desde 2009. Esta acción se estaba llevando acabo desde que Amenis se instauró en África, generando una inestabilidad en Oriente Medio.
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(Nota del autor: No soy el mejor dibujando ;-;, pero creo que logro dar a conocer cómo las fuerzas terroristas son expulsadas de África continental hacia Medio Oriente)
Las presiones en África, debido a la presencia de Amenis, hizo que muchos grupos terroristas fueran expulsados hacia Medio Oriente, desestabilizando la poca tranquilidad que había en esos países. Naciones al otro lado del canal de Suez, mostraron grandes índices de violencia que fueron aumentados por facciones terroristas como Al-Qaeda y el Estado Islámico principalmente.
Esto, obviamente encendió las alarmas en la Unión Europea, lo que desencadenó principalmente en una reinserción a las fuerzas armadas y mandando tropas hacia Oriente Medio para la denominada Guerra Contra El Terrorismo.
Mi presencia en el ejército también tiene mucho que ver con estas acciones, debido a que Inteligencia Alemana había reportado la presencia de Híbridos, que se crearon en las instalaciones de Sangvis Ferri. Esto llamó la atención de Amenis, quien estaría colaborando con las fuerzas Europeas y Occidentales para terminar esta guerra lo antes posible.
Mis primeros días acuartelada, fueron horribles. Pasaba castigada, lavando el piso de los dormitorios con cepillos de dientes, cortando el pasto de la base con un cortaúñas. Los instructores a cargo de mi Sección, estaban hasta la coronilla de tener entre sus filas a alguien tan desobediente, tan egocéntrica y tan irrespetuosa, que simplemente ya no podían conmigo. No había manera adecuada de hacerme que obedeciera las órdenes de alguien inferior a mí. Preguntaba entonces: "¿Por qué debería hacerle caso a un pedazo de carne en desarrollo?", y ahí empezaban los gritos que no se acababan nunca. No me daban miedo y yo no les daba miedo a ellos. Era algo impresionante.
Pasaban las semanas y luego los meses. No había forma de hacerme cambiar de parecer. Pero, un día, como ya había sido, fui llamada por el oficial a cargo, para pasar a la oficina del General.
—Buenas tardes, Goldschmidt —dijo él, parándose para recibirme enfrente de su escritorio.
—Buenas tardes, General Ulrich.
Él se sentó y suspiró luego de abrir una carpeta con mi nombre en la portada.
—Elizabeth, ¿recuerdas por qué estás aquí ahora?
—Para ir a la guerra, mi General Ulrich.
—Pues, hasta ahora no estás yendo a ningún lado, Elizabeth. ¿Sabes lo que significa? —preguntó cerrando la biblia de quejas personales que tenía en medio de su escritorio—. No sé dónde quedó el acuerdo que firmaste. En qué parte de esa cabeza quedó todo lo que había ahí. ¿Siquiera lo leíste?
