Ojo por Ojo IV: Atentado en Berlin.

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—¡Atención a todos, nos vamos en cinco Mikes! ¡Los quiero a todos preparados! —gritaba Luther, el encargado de que llegáramos a destino.

Las tiendas caían y quedaban nada más que surcos en el piso que algún día sostuvieron nuestro campamento.

Repartíamos cargadores de calibre 5.56 que llegarían a estar en nuestro chaleco táctico, le cambiábamos las baterías a nuestros radios y preparábamos nuestras pesadas mochilas.

—Parece que lloverá, Líder de Unidad —dije, viendo las nubes taparnos.

—¿Cómo lo sabes, Goldschmidt?

—Son Comulus Nimbus, Líder de Unidad. Debemos apresurarnos o no lograremos pasar el rio.

—Entendido. ¡Todos más rápido o nos atrapará la lluvia!

Debíamos cruzar el bosque en que estábamos, cruzar un río, pasar un claro y eso es sólo la mitad del camino. Más allá, volvería a haber un bosque, terreno que quizás nadie habría pisado  jamás y luego una carretera rural que nos llevaría a destino. Básicamente, nos llevaron a un lugar inhóspito para después salir de ahí.

—Prepárense, saquen sus trajes impermeables —le dije a las chicas.

—Llegaremos al punto de reunión, ¿verdad? —preguntó Anna.

Agnes y yo nos miramos con detenimiento.

—Saca tu traje impermeable, Anna —reafirmé, incapaz de darle una respuesta.

Alisté mis cosas bien y me preparé para irme. Era el gran día en que esa pesadilla terminaba y por fin tendríamos una cama cómoda y comida caliente. Sin embargo, lo que me preocupaba era el hecho de que la lluvia haría crecer el caudal del río. Ya habíamos pasado por ese lugar antes con lluvia y no era para nada bonito.

Antes de que terminase el tiempo, estábamos todo el curso formado para irse. Hasta que, de repente, unas gotas comienzan a caer sobre nuestros hombros, para luego transformarse en una lluvia torrencial.

—¡Debemos movernos ahora o no lograremos pasar el río para cuando oscurezca! —dijo Luther, moviendo a todos los que lo acompañaban yo también estaba ahí. Pero, los que restaban, se habían quedado en una de las tiendas que todavía seguían en pie.

—¡Olvídate de ellos, Luther! ¡Tenemos que salir de aquí! —le dije al Líder de Unidad.

Blaz, Luther, Axel, Anna, Agnes y yo decidimos emprender entonces el camino hacia el punto de reunión.

El barro, el agua y el condenado frío comenzaron inmediatamente a diezmar nuestros avances, encontrando ríos que no estaban en el mapa y árboles que no coincidían con las fotografías satelitales. Era el peor miedo de cualquier excursionista; estábamos perdidos.

El hecho de que el mapa no coincidiera, era otra prueba más. No sabíamos qué tan lejos estábamos del río o si ya lo habíamos pasado.

Hasta que, de repente, Agnes suelta lo que quizás sería la clave para sobrevivir en ese mar de mierda en que estábamos.

—¡Este lugar lo conozco!

—¿Qué? —pregunté mirándola hacia atrás, deteniéndome en el acto.

Ella sacó su mapa de la mochila que llevaba en su espalda y, con sus dedo indicó exactamente dónde estábamos.

El Renacer De Ares (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora