Ser o No Ser V: Controlar Y Ejecutar.

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Sangre y más sangre. Mis zapatos estaban llenos de aquel líquido rojizo que corría por las venas de mis víctimas, pero aquel sentimiento de culpa, que comenzaba a enardecer mi cuerpo, era sobrellevado por lo que habían hecho; por lo que se habían atrevido a hacer. Mi memoria, cada vez que los escuchaba agonizar, se refrescaba con un poderoso sentido de venganza y odio. Sin embargo, no sabía qué era exactamente lo que habían hecho; lo que se habían atrevido a hacer.

Me invadió un sabor que ya conocía y que se abría paso por mi esófago. Sentí la textura suave de la carne y, asombrosamente, mis papilas gustativas se dilataron enviando más saliva a mi boca. Estaba hambrienta de la rica carne humana; estaba sedienta de su sangre. Mi estómago se retorcía con un sonido único, pero que ya conocía.

De repente, todo se fue volviendo más oscuro, hasta el punto en que ya no podía ver nada. Mis ojos se abrieron rebosados en lágrimas que limpié con mi lastimada mano derecha. Era un líquido trasparente de textura aceitosa que no me dejaba ver bien, pero que una vez removido, pude darme cuenta de dónde estaba exactamente.

¿Qué es esto? —me pregunté extrañada.

Estaba en una especie de sarcófago, cubierta hasta el cuello con una tela negra y delgada, pero que me mantenía caliente de alguna forma. Muchos cables salían de mi cuerpo, sintiendo además un dolor tremendo cuando me movía; estaban dentro de mí. Intenté retirarlos, pero mis codos chocaron con los laterales blancos de ese lugar, teniendo en ellas unas rendijas que irradiaban calor. El techo estaba simplemente compuesto de un cristal transparente, pero que no me  dejaba ver nada que no fuera otro techo blanco. Intenté levantar más la cabeza, pero choqué inmediatamente contra el cristal que estaba más abajo de lo que pensaba.

—Ay... infeliz... —me quejé. Era un cristal extremadamente duro; era como darse un cabezazo contra una pared.

Puse mi mano contra el cristal y noté que era quizás igualmente denso que una muralla de concreto, pero igual de transparente que una ventana.
Mientras intentaba investigar de qué se trataba ese lugar, escucho una compuerta abrirse de repente. Acto seguido, mis oídos logran interceptar muchos sonidos electrónicos, hasta que la compuerta aparentemente se cierra. Cuatro pares de pies se acercaron a ese sarcófago y otra vez esos paneles electrónicos se hacían sentir por todo el lugar.

—¿Está despierta? —escuché a un hombre decir de repente.

No era Alemán lo que estaba escuchando, sino que otro idioma que nunca había oído en mi vida, pero que lograba entender de alguna forma. Es extraño sentir que, aunque no sabía su procedencia, podía entenderlo sin hacer estallar mi cerebro.

—Sí lo está.

—¿Dónde estoy? —les pregunté de forma calmada y esperando a que me respondieran.

—Será mejor que duerma.

—Entendido.

Sus pasos se movían de un lugar a otro, como si estuvieran moviendo o viendo algunas cosas que no estaban en su lugar. Hasta que, de repente, un gas comienza a ser filtrado dentro ese sarcófago y, sin más, me quedé dormida.

No sería el momento de despertar hasta el punto en que ya habíamos llegado con la denominada Cuarta Flota. Abrí mis ojos en una habitación oscura y con las ventanas apuntando hacia unas montañas. La luna alumbraba los pies de la cama que mantenía caliente mi cuerpo.

Hace frío —pensé inmediatamente, al sentir mi nariz a una temperatura relativamente baja.  Seguía teniendo ese traje oscuro tapando mi cuerpo.

A pesar de todo, no estaba sola y mis sentidos lo sabían. Esclareciendo más la imagen que mis ojos me proporcionaban, logro notar la figura de una mujer durmiendo en un sillón frente a la cama.

El Renacer De Ares (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora