Naturaleza Innegable III: Miedos Inexistentes

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<2017>

El Desastre de estrés post-traumático o DEPT, es un trastorno causado por una experiencia traumática o de mucho estrés. Entre los escenarios en los que se puede desarrollar este trastorno, están la guerra, desastres naturales o el violento abuso sexual. Al menos, eso fue lo que dijo la sicóloga cuando me lo diagnosticaron. Salí de la consulta con unas tres pastillas diferentes que debía tomar cada cierto tiempo. No recuerdo muy bien por cuánto me dijo que lo hiciera, pero ya no las tomo.

Cuando llegué al aeropuerto de Berlín ya en Alemania, me recibió mi familia. Mi equipo iba atrás de mí como siempre. Habían cámaras que nos grababan y nos sacaban fotos, esperando que yo les respondiera sus preguntas, pero yo sólo quería estar con mis seres queridos; con mi mamá, Lyza, Sarah y los pequeños que también estaban ahí. Yo los abracé con todo lo que tenía una vez que los vi. Estaba feliz de estar en casa otra vez, pero había una diferencia aberrante. El choque cultural entre Afganistán y Alemania era algo a lo que me costó acostumbrarme.

A pesar de todo, no había peor cosa que estar acostumbrada al peligro de las calles de Afganistán. En ese momento en especial, viajamos desde el aeropuerto a casa en la SUV de mamá. En todo el viaje, estuve pegada al exterior. Concentrada en encontrar un peligro inexistente en las tranquilas calles de la ciudad.

—¿Elizabeth? —preguntó Sarah, quien estaba concentrada en mí.

—¿Sí, pasa algo?

—Esa es mi línea —respondió ella con una semblante de preocupación—. Te noto muy nerviosa, ¿está todo bien?

—Sí, está todo bien. Es sólo la costumbre. —Ella lo que me sucedía y se convertiría en uno de mis pilares en los que podría apoyarme para seguir adelante.

Llegamos hasta un semáforo en rojo, cuando un vehículo se puso atrás de nosotras. Nos siguió por unas cuadras y aquello acabó con la tranquilidad.

—Nos están siguiendo —dije inmediatamente, sintiendo la adrenalina correr por mis venas.

—Sí, quizás doblará en la siguiente calle. Hay un bonito teatro por ahí, ¿sabes? —respondió mi mamá al volante.

Cuando no dobló en la próxima calle, yo no sabía en qué otra cosa pensar más que en eliminar a quién sea que estuviera siguiéndonos.

—Elizabeth, son humanos. Así que cálmate, no nos harán daño.

—Un vehículo así puede llevar una bomba que borre toda una manzana del mapa... —los niños se asustaban mientras que yo más me metía en una guerra interna.

Mi corazón palpitaba con fuerza en mi pecho y la sensación seca y calurosa del desierto llegaba a mí otra vez. Mi Switch cambió cuando nos topamos en un semáforo, saliendo yo exactamente como lo haría en las calles de Kunduz.

Cuando puse un pie fuera de la SUV vi algo negro en la cintura de conductor. Mi corazón, al pensar que era un arma se aceleró tanto, que comencé a tener una taquicardia luego de proyectar unas agujas de tierra magnética y herir brutalmente al conductor y a su copiloto. El estruendo de las agujas romper la barrera del sonido hizo que las alarmas de los vehículos en la vía se activaran, provocando un ambiente tan tenso como la guerra. Parecía otro atentado en Berlín.

—Le di... le di... —dije sintiendo mi corazón como si tuviera una fatiga muscular severa.

Esa sensación de haber abatido a alguien se calmaba con más disparos, pero en mis manos no había ni una arma y ya no quedaban enemigos. Estaba perdiendo la cabeza, porque mi cerebro estaba acostumbrado a que, siempre cuando matara a alguien, aparecieran más en su lugar. Pero, esta vez, no había nadie para cubrir ese lugar; no había nadie quien saciara esa necesidad de seguir matando.

El Renacer De Ares (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora