<2019>
Quién diría que el mundo se encontrara en una encrucijada tan fea como la que hubo en esos tiempos. Medio Oriente estaba casi en las ruinas y la desaparición de dos ojivas nucleares rusas tenía a los aliados pendiendo de un hilo también.
Rusia afirmaba que, si bien las ojivas fueron construidas por sus ingenieros, éstas fueron puestas en las manos de Iran durante la guerra fría para espantar a los occidentales y su expansionismo. Sin embargo, no había manera que Iran pudiera contestar a las acusaciones que se le ponían sobre la mesa, porque ese país, desde hace mucho tiempo que había desaparecido y se había convertido en un territorio anárquico; las autoridades habían abandonado el puesto que les correspondía, dándole el lugar a los terroristas musulmanes que estábamos combatiendo. Por suerte, otras armas nucleares de largo alcance de manufactura nacional o internacional que figuraban en el arsenal Iraní habían sido desactivadas, y evacuadas antes de la ocupación insurgente.
En ese entonces, las máximas autoridades globales, quisieron pedirle ayuda a un aliado que poco se había visto en el campo político: Amenis. Mi especie no sólo sabía con precisión de láser dónde estaban las armas nucleares restantes, sino que también quiénes las habían robado; aquel secreto sólo se guardaba con recelo entre los altos mandos y con sus dos únicas fuerzas en el campo con capacidad de ejecutar órdenes en tiempo real: Natalia y Yekaterina.
No tenía ni la menor duda que ese momento era el más decisivo de toda la guerra y el más tenso también. Aquel día en que todo cambió; el 19 de Noviembre del 2019 a las 9 y 20 de la noche. Todavía recuerdo el haber estado en Colonia en un paseo casual por la ciudad. Había llamado a Axel para ver si me podía quedar con él durante la noche, porque estaba lloviendo con mucha intensidad afuera.
—Espero que no haya problemas —dije caminando por las calles con mi teléfono en mano, viendo cuánto quedaba.
Axel estaba casado con una mujer que, por lo que me había contado Anna, le daba algunos problemas a la hora de traer personas a la casa que compartían. Obviamente, él me dijo que estaba solo, así que no le importaba que me quedara una noche. Cuando llegué a su casa, más bien un departamento, tuve que subir en un ascensor hasta llegar al penúltimo piso y ahí buscar su habitación. Era una residencial muy lujosa, que sólo algunos podrían costearse, pero con lo mojada que estaba no me importaba si era ahí o en cualquier otro lugar, la cosa era llegar y descansar del diluvio que estaba cayendo afuera.
Luego de darme unas vueltas por los pasillos, logro encontrar la habitación y decido tocar la puerta. Estaba todo muy silencioso, hasta que escuché un sillón rechinar y un leve golpeteo en una mesa de vidrio. Acto seguido, él abrió la puerta y nos vimos las caras después de tanto tiempo. Lo saludé inmediatamente y le quise dar un abrazo, pero él se negó rotundamente.
—¿Estás herido? —pregunté llegando un olor a mis narices que abrió mi apetito—. Hueles a sangre, Axel.
—Ah, sí... —dijo con decepción, tocándose el abdomen—. Metralla.
Me dejó pasar y, al momento en que atravieso el umbral de la puerta, él me llama la atención y se levantó las 3 capas de ropa que tenía en su abdomen, dejándome ver un gran círculo rojo que estaba cubierto con vendas y parches.
—Dios... es enorme —dije tapándome la boca.
—Eso es lo que dicen todas —respondió riéndose.
Ahí, en ese lugar, éramos simples compañeros de equipo; sin tapujos y con un humor tan negro que podría hasta robarte la billetera. No había nada de extraño en él aparte de esa herida en su abdomen que me hizo sospechar algo por la forma de la herida y lo profundo que estaba.
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El Renacer De Ares (+18)
RandomLa historia se desarrolla al rededor de Elizabeth Goldschmidt. Nacida de una extraña cruza entre extraterrestre y humano. Nada está claro, así como su paradero hoy. Tan letal como un disparo y tan sigilosa como un búho, es Elizabeth Goldschmidt. D...