Demonio de Ojos Verdes IV: Salvaje Encuentro.

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Días más tarde, descansaba abajo de un árbol en una ubicación que no revelaré. Comía una manzana y una botella de agua saciaba mi sed. Pero una presencia y olor conocidos amenazaba mi sosiego en aquel momento.

-Lyza, sé que estás ahí, vete y déjame sola -le dije dándole otro mordisco a mi manzana.

La sentí moverse aparatosamente entre los arbustos hasta llegar a mí, haciendo sonar un objeto metálico. Me estaba apuntando con un arma; un fusil de asalto M4A1.

-Quédate donde estás y no hagas ningún movimiento brusco.

Me levanté y, con mis ojos bien abiertos, hice contacto visual con mi cazadora, que acababa de convertirse en presa.

-¡Te dije que te quedaras quieta!

-No, me dijiste que me quedara en mi lugar y aquí estoy, poco a cambiado desde entonces -respondí.

-No hagas esto más difícil, Elizabeth.

Me moví levemente y ella apretó el gatillo, pero demorándose lo suficiente como para que el cañón saliera de mi cara, para luego caer encima de ella, forcejeando para tener el arma. Sin embargo, no era tiempo de considerar lo más peligroso y lo más fácil; había sido descubierta, por mi hermana. Pensaba en ese momento en lo que se demoraría Altair en llegar o la velocidad hipersónica de mi madre.

-uno, dos... tres... -No hubo nada.

A mí queridísima Altair, le gustaban las entradas épicas a una escena y no tendría por qué demorarse tanto al saber que había sido avistada. En cualquier caso, debía estar atenta a cualquier eventualidad.

El forcejeo iba cayendo en mi contra, cosa que era simplemente absurdo. Creía estar mejor entrenada que mi hermana en términos de peleas cuerpo a cuerpo, pero demostró ser superior a mí. Ya rindiéndome y con ella encima mío, se batallaba ahora por quién recibía el disparo de la pistola M1911 que intentaba apuntar directamente a mi cara.

-Tienes... que aprender... -susurraba ella, mientras ganaba cada centímetro de la pelea.

Todo cambió para mí cuando otro, este vez humano, llegó a socorrerla, pero, un movimiento bien aprendido de mí Aikido, nos llevó a mí y a mi hermana por una pendiente, hasta perdernos entre la maleza.
Mientras más caíamos, las balas iban siendo disparadas hacia cualquier parte y nos golpeábamos contra rocas y árboles que no hacían más que detenernos. Hasta que, de repente, me golpeo de costado contra un árbol ya viejo.

Un pitido me despierta y la sangre que corría por mi cabeza hasta mis dedos estaba todavía caliente. Mis costillas estaban rotas, una astilla en mi pierna derecha había traspasado todo el músculo y otra más había atravesado mi mano cuando me separé de mi hermana.

-Tengo que salir de aquí... -pensé presionando mi cuerpo para moverme y caer a lo que quedaba de caída, sin ser mucho lo restante.

Si volaba, seguramente me detectarían y mandarían uno que otro avión a seguirme el paso. Debía ser cautelosa.

Me deslicé con cuidado y mirando mis heridas regenerarse con algo de rapidez, pero otro suceso terminaría por tener mi interés. Un líquido azulado derretía las astillas y regeneraba con rapidez las heridas restantes.
Cuando llegué a una explanada estaba en perfectas condiciones. Llena de energía y capaz de todo lo posible para no ser capturada.

El Renacer De Ares (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora