Ser o No Ser VI: Ejercito de Dos Soldados.

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Los pequeños barrotes me dividían a mí y a Sarah, mientras ella dormía placenteramente en su cama llena de hongos que se mostraban pegados a la almohada. Otros rastros de humedad excesiva en las celdas se quedaban en las esquinas en donde normalmente corría el agua del alcantarillado. Ciertamente se me había olvidado el putrefacto olor que había en ese sector.

Me alegra que todavía esté bien —pensé aliviada por el momento, acariciando su cansada cara.

Di dos suaves palmadas en su rostro demacrado y, como si ella fuera víctima una pesadilla, se despertó agarrando mi mano con fuerza.

—¡Ellie! —exclamó viéndome con sus ojos vidriosos por las lágrimas, hasta que estalló en un llanto de felicidad.

—Ya, ya... —dije abrazándola a través de los barrotes, sin pensar que pude haber roto la cerradura y estar con ella mas cómodamente.

Sus sollozos terminaron y ella misma hizo lo que pude haber hecho desde un principio, poniéndose ahora frente a mí en el pasillo.

—Lo siento, Elizabeth... —murmuró, acercándose a mí para abrazarme ahora sin inconvenientes—. No debí hacerlo... debí decirte la verdad..., pero simplemente no pude; no quería que me abandonaras...

—Está bien, Sarah. —La besé sin más, para que sintiera que la perdonaba con todo mi ser. Todo lo que había hecho se había quedado en el pasado y comenzaríamos entonces algo nuevo.

Me separé cuidadosamente de ella y abrí mis ojos para verla con sus mejillas enrojecidas. Sentí ese calor en mi estómago que me traía recuerdos, pero no era el momento exacto para ponerse a pensar en esas cosas; debíamos salir de ahí cuanto antes.

—Vámonos, antes de que lleguen esos malditos —dije tomando de su mano y llevándola a la pesada puerta que había.

Sin embargo, antes de abrirla, escucho un extraño sonido del otro lado. No podía identificar bien si se trataba de una pelea, pero alguien acababa de apuñalar a otra persona.

—Mierda... escóndete —susurré yendo rápidamente a la oficina ubicada al lado de la puerta.

No había tiempo ni lugar para esconderse adecuadamente, ya que el enorme acceso demostró que estaba siendo manipulado desde afuera para abrirse. Sarah corrió a su celda producto de un plan recién producido, quedándome yo en la oficina.
Hasta que la puerta por fin cedió y dos hombres armados con subfusiles UMP-45, pasaron hacia el pabellón.

Mercenarios —pensé al verlos tan bien equipados.

—Hey, mira esto... —dijo uno de ellos, pasando hacia la oficina para ver el cuerpo inerte del oficial tirado en el piso—. ¿El equipo de reconocimiento ya pasó por acá?

—Lo dudo, pero al menos guardaremos balas para otra ocasión —dijo su compañero desde la puerta.

—Esto no está bien; debemos avisar —dijo el hombre viendo lo poco común que era la situación, pero siendo detenido a último momento, cuando sostenía con firmeza su radio en un bolsillo de su chaleco táctico.

—Si la traidora está aquí, podríamos divertirnos un momento. ¿Qué te parece?

Aquello pareció no convencerlo, pero quitó después de todo su mano del radio.

El Renacer De Ares (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora