Ser o No Ser.

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<Año: 2015>

Pasaron los meses y había entrado en un estado coma. Por lo que recuerdo, pesadillas horrorosas me perseguían durante mis sueños. Pesadillas que retrataban acontecimientos ocurridos hace ya mucho tiempo. Mis manos se llenaban de sangre y luego un mar de ese líquido me ahogaba. Una vez que caía al fondo de ese océano, lograba ver, a medidas que descendía, los cuerpos mutilados de las personas que asesiné.

Los sueños los sigo teniendo, pero ya no son tan frecuentes.

Estaba sola, otra vez. Tenía frío y necesitaba calor. Más temprano que nunca, comencé a llorar dentro de mi sueño. Cada día, cada hora, cada minuto y cada segundo que pasaba ahí era una tortura inimaginable. ¿Por eso había peleado tanto?, ¿para estar sola nuevamente y sentirme más miserable que nunca?
Todo el tiempo mis manos estaban llenas de sangre y, al momento en que intentaba quitármela, más se esparcía. El olor a putrefacción estaba latente en cualquier lugar al que fuera. Además, no importaba cuanto caminara o cuanto gritara, nadie podía oírme.

Ese era mi día a día en mi cabeza, viviendo a través de una máquina que me alimentaba a través de una aguja a mis venas. Podía escucharla. Además, sentía el electrocardiograma hacer: "bip-bip", cada vez que respiraba. Y, sobre todo, a alguien respirar cerca de mi oreja cada noche. No podía sentir su olor, pero sí podía escucharla. Era Yae. Algunas veces me hablaba sobre las cosas que sucedían y  otras veces simplemente se quedaba callada mientras me acariciaba cálidamente la cabeza. Pocas veces pude sentir la voz de mi madre o de mi hermana.
Estaba en una habitación fuera de aquel sueño. Tenía comezón algunas veces y no podía rascarme, me picaba la cabeza, pero tampoco podía hacer algo al respecto.

Era terrible pero, sólo podía estar conectada algunas veces al exterior. Cuando no lo estaba, todo parecía ser muy oscuro. Bestias de todas las formas comenzaban a perseguirme durante estos sueños y, en más de una ocasión me atrapaban. Imagínate las pesadillas que algún día o tendrán o tienen tus hijos más pequeños; tus peores miedos. Te cortaste con la cuchilla para cortar carne y ves pequeños puntos de un color rojo oscuro; te accidentaste gravemente y estás sola o solo; peleaste con alguien y ya no tienes a dónde ir; o te sientes impotente, con las manos atadas. Todos esos sentimientos fuertes, odio, miedo, desesperación en su máxima expresión son recurrentes en las pesadillas.

Por suerte, pude despertar cuando peor lo estaba pasando. Unos animales me habían comido las uñas y gusanos comenzaban a entrar por todos los agujeros posibles, comenzando éstos a comerme por dentro.
Mis ojos se abrieron de repente e intentaba dilucidar el lugar donde estaba. Podía escuchar los animales y la sensación de los gusanos comerme, por lo que sin dudarlo, comencé a meter mis dedos en mis fosas nasales, boca, ojos, pezones, genitales y ano. Estaba completamente fuera de sí, pero algo me detuvo en ese momento.

—Ya estoy aquí, ya estoy aquí... tranquila, hija. No pasa nada —susurraba mi madre encima mío, sujetándome de los brazos para que no me hiciera daño.

Yo gritaba desquiciada e intentaba zafarme de sus amarras, pero sólo pude detenerme cuando me cansé. Mi caja torácica se levantaba tan rápido que el electrocardiograma advirtió una taquicardia nunca antes vista en un ser vivo. Mis pechos temblaban por las aceleradas pulsaciones de mi corazón, hasta que mi madre me abrazó con fuerza. Sentía su energía fluir por sus manos en mi espalda, haciendo que de una vez por todas mi sistema respiratorio y cardíaco se calmara.

—Ya, ya, ya... calma. Ya estoy aquí, hijita.

Mis ojos finalmente encontraron la luz, el calor que tanto necesitaba. Mi piel ya no estaba fría y seca, por fin. Mis ojos se llenaron de lágrimas y me comporté como una niña otra vez. Volvía a sentir los días de felicidad que pasaba de pequeña.

El Renacer De Ares (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora