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Harry

Para ser honesto conmigo mismo, tenía miedo, mucho miedo.

El puente hacia el Olimpo estaba rompiendo, cuando salimos del ascensor al camino de mármol blanco se empezaron a abrir grietas a nuestros pies.

—¡Salten! —dijo Grover, pero era más fácil decirlo que hacerlo (siendo él mitad cabra).

Grover saltó y alcanzó la siguiente losa, mientras que en la que estábamos nosotros se tambaleaba monstruosamente.

—¡Dioses, no soporto las alturas! —chilló Thalia.

Percy la ayudó a ella a saltar, mientas tanto... Annabeth no estaba para eso.

Así que la tomé con firmeza del brazo bueno y la ayudé a saltar, por un momento creí que caeríamos ambos al vacío ya que la losa terminó de derrumbarse, nunca le había tenido miedo a las alturas, pero en esos momentos comprendía a Thalia.

Annabeth tembló mientras se aferraba a mi brazo, musitó un gracias y me soltó como si mi piel quemara.

—¡Sigan adelante! —exclamó Grover.

Comenzamos a correr como si nuestras vidas dependieran de ellos (lo cual era cierto), las losas que dejamos atrás se iban desintegrando, cayendo al olvido, y cuando alcanzamos el pie de la montaña, el último tramo se fue abajo.

—Nos hemos quedado aislados, estamos solos —dijo Annabeth, observando las puertas metálicas del ascensor, seiscientas plantas por sobre Manhattan.

—La conexión entre el Olimpo y Norteamérica... —logré decir, con mi garganta obstruida gracias a un nudo.

—Se está disolviendo, y si se rompe... —continuó Grover.

—Esta vez los dioses no se trasladarán a otro país, será el final definitivo del Olimpo —comentó Thalia.

Corrimos, había mansiones en llamas, estatuas caídas, en ese momento, Percy murmuró:

—La guadaña de Cronos.

Seguimos derecho hasta el Palacio de los dioses, no recordaba que fuese tan largo. Quizá era efecto de la adrenalina producida por el miedo, o quizá era culpa de Cronos, que producía ese efecto.

De cualquier manera, toda la cima de la montaña estaba en ruinas, era increíblemente diferente a como la última vez que estuve ahí.

Había túnicas desgarradas, armaduras que habían visto mejores tiempos, espadas y lanzas partidas a la mitad.

Lo último que quedó de, tal vez, dioses menores que trataban de detener a Cronos.

Desde lejos, la voz de Cronos se alzaba al ruido.

—¡Arrasen con todo! Es lo que prometí, ¡que no quede piedra sobre piedra!

Un templo de mármol blanco con una cúpula dorada explotó de repente, se deshizo en pedazos, los escombros regados por toda la ciudad.

—¡Ese era el santuario de Artemisa! —Masculló Thalia—. La pagará caro.

Dos estatuas de mármol gigantes perteneciente a Hera y Zeus, el arco se vino abajo bruscamente, una Hera ceñuda de veinte toneladas, como tenía Annabeth a mi lado, estaba por aplastarnos a ambos, pero Thalia nos empujó y nos salvamos por poco.

Thalia quedó atrapada entre los escombros, y aunque entre todos intentamos, pero nos fue imposible. Traté de decir que era mala idea tratar de sacarla, pero Thalia aulló de dolor.

—He sobrevivido a infinidad de batallas —rezongó—. Y al final, acaba de derrotarme un estúpido pedazo de piedra.

—Es Hera, me la tiene jurada desde el año pasado —gruñó Annabeth.

Campeón [finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora