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El dieciséis de Junio Harry despertó agitado.

Ese día podría volver al campamento.

Estaba tan preocupado que fue corriendo a la oficina de la profesora McGonagall, pidiéndole si de favor podría simplemente usar el traslador para dirigirse al campamento.

La directora se observó confundida, pero negó, alegando que era mejor volver así para no levantar sospechas.

Harry llevaba más de una semana sin tener noticia de Percy, estaba comenzando a sentirse nervioso.

Ironías de la vida, semanas atrás Percy era el que rogaba por una noticia suya antes de morir de los nervios. Los papeles se habían invertido.

El camino a la estación King's Cross había pasado demasiado lento, Harry había intentado de todo para que ocurriera lo contrario, desde dormir hasta jugar, desde adelantar tareas hasta dar un paseo por los pasillos buscando a la mujer del carrito.

Compró cinco ranas de chocolate y un paquete de quince duendecillos azules con sabor a menta, estaba seguro de que Percy los amaría.

Sabía que no podía llevar comida al campamento pero no le importaba.

Una vez en la estación, en la parte mágica para ser más preciso, simplemente uso el traslador y llegó al campamento, justo frente a la casa grande.

Fue recibido por Katie y Miranda, la segunda lo abrazó en grande mientras la primera cargaba sus cosas y le decía que lo dejaría en la cabaña antes de ir a almorzar.

Todas las miradas caían en Harry, quien buscó de manera inconsciente al señor Quirón, pero en su lugar observó a un hombre que estaba luchando por comer o, en su defecto, beber.

Tántalo.

Estaba a punto de maldecir en los idiomas que conocía pero algo lo detuvo, realmente no entendía que pasaba por la mente de quien sea que fuere el que contrató a Tántalo como el organizador de actividades.

Respiró hondo y quitó su mirada del maldito caníbal que había descuartizado a su propio hijo y se lo sirvió a los dioses por una niñería.

No te enfades, Harry, reserva todo lo que tienes que decir para Percy, que se coló a una misión que no le correspondía y posiblemente salga malparado de ese encuentro.

Ofreció su ofrenda y se fue a sentar rápidamente, la mayoría de los semidioses fijaron sus vistas en él y quería gritar que dejaran de verlo, pero sabía que el hijo de puta que era Tántalo le riñería por cualquier tontería.

Su instinto se lo decía.

***

El día dieciocho de junio, durante el mediodía, Harry vio a Clarisse La Rue llegar con el vellocino de oro.

Ella venía sola.

El alma se le fue a los pies y miró suplicante a la muchacha apenas mayor que él. Esta lo ignoró y entregó el vellocino al señor D.

Harry comenzó a respirar con dificultad.

Corrió de vuelta a su cabaña y se quedó ahí durante un buen rato, se sentía mareado.

¿Tendría que ser él quién lo buscara al Hades para volverlo a matar? Sentía ganas de llorar.

Miró apenas que el árbol ya había sido curado, de manera precavida habían dejado el vellocino sobre el árbol para que terminara de curarse.

A Harry no podía importarle menos en ese momento.

Sí, estaba feliz de volver a tener paz, también estaba feliz de poder dormir sin el sentimiento de que un monstruo saltaría directo a por tu cabeza, no lo malentiendan, pero se sentía demasiado abrumado.

Campeón [finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora