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Harry

Estábamos en la cumbre de la montaña, en las ruinas del monte Othrys.

A unos metros, estaba la Diosa Artemisa, allí, la vista realmente por poco me hace llorar. Sabía lo que estaba haciendo, encadenada con grilletes de bronce celestial y sosteniendo algo en sus hombros. Sabía lo que era y de quién era la carga, también sabía lo que esto era.

Una trampa.

—¡Mi señora!

Zoë corrió hacia ella.

Pero Artemisa gritó: —¡Detente! Es una trampa. Debes irte ahora mismo.

Parecía cansada y estaba empapada de sudor. Yo nunca había visto a una diosa sufrir de aquella manera. El peso del cielo era demasiado para ella. Zoë sollozaba. Pese a las protestas de Artemisa, se adelantó y empezó a tironear de las cadenas. Entonces retumbó una voz a nuestras espaldas.

—¡Ah, tan conmovedor!

El general estaba ahí, junto con Luke y Annabeth, ésta se encontraba encadenada y con una mordaza en la boca mientras que la punta de Backbiter encontraba lugar en su garganta, la vista me era demasiado dolorosa.

—En cuanto a ti, Zoë, ha pasado mucho tiempo... ¿Cómo está mi pequeña traidora? Voy a disfrutar matándote.

—No le contestes —gimió Artemisa—. Por favor, no lo desafíes.

—Un momento... —intervino Percy—. ¿Tú eres Atlas?

El General le echó un vistazo.

—¡Ah! Así que hasta el más estúpido de los héroes es capaz de hacer por fin una deducción correcta. Sí, soy Atlas, general de los titanes y terror de los dioses. Felicidades. Acabaré contigo enseguida, tan pronto me haya ocupado de esta desgraciada muchacha.

—No vas a hacerle ningún daño a Zoë —dijo—. No te lo permitiré.

El General sonrió desdeñoso.

—No tienes derecho a inmiscuirte, pequeño héroe. Esto es un asunto de familia.

Percy arrugó el entrecejo. —¿De familia?

—Sí —dijo Zoë, bastante abatida—. Ese hombre es mi padre.

Miré a Annabeth, ésta me devolvió la mirada y comenzó a señalar a Percy y después a los demás, si mi deducción no fallaba, había un plan.

Tendríamos que atacar.

—Suelta a Artemisa —exigió Zoë.

Atlas se acercó a la diosa encadenada.

—¿Acaso te gustaría tomar el peso del cielo de sus hombros...? Adelante.

Zoë abrió la boca para decir algo, pero Artemisa gritó:—¡No! ¡No se te ocurra ofrecerte, Zoë! ¡Te lo prohíbo!

Atlas sonrió con sorna. Se arrodilló junto a Artemisa y trató de tocarle la cara, pero ella le lanzó un mordisco y a punto estuvo de arrancarle los dedos.

—Ajá —rio Atlas—. ¿Lo ves, hija? A la señora Artemisa le gusta su nuevo trabajo. Creo que cuando Cronos vuelva a gobernar pondré a todos los olímpicos a sostener por turnos mi carga. Aquí, en el centro de nuestro palacio. Así aprenderán un poco de humildad esa pandilla de enclenques.

Tenía los nervios de punta, algo muy malo estaba a punto de pasar. Tenía un extraño don, mientras que Percy sentía el peligro inmediato, yo podía sentirlo a minutos o incluso horas antes de que pasasen. Estaba teniendo lagunas mentales. El tiempo no estaba corriendo como debería. Pero sabía que intentaban persuadir a Thalia.

Campeón [finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora