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-No -dijo Harry, mirando al elfo doméstico de ojos verdes saltones y orejas de murciélago.

-Dobby solo trata de advertirle a Harry Potter -chilló la criatura, tratando de librarse de las sombras.

-Dobby, no te preocupes. He luchado con cosas peores -murmuró cada vez más irritado.

Entremos en contexto.

El elfo doméstico, Dobby, había aparecido de la nada en la cabaña de Deméter, pasando las barreras que no admitían mortales y monstruos, había dicho a Harry que no debía volver a Hogwarts, alegando que era peligroso, que cosas muy malas ocurrirían.

-¡Pero Harry Potter está en peligro con ese complot contra Dumbledore!

-¡Corro peligro con el solo hecho de respirar, puedo con ello!

-¡Pero el amo...! ¡Dobby malo!

Y había comenzado a golpearse con la maceta a lado de la cama de Harry, Harry peleó con el elfo para que este dejara de golpearse, ¡era ridículo!

Cuando Harry trató de quitarle las cartas, para sacar algo de provecho de la situación, el elfo desapareció.

-Harry, ¿qué es todo ese alboroto? -dijo Katie, entrando a la cabaña.

-Nada, solo... Se cayó mi maceta.

***

No pudo cruzar la maldita barrera y momento atrás había sentido la presencia de un horrocrux con alguien de la familia pelirroja.

Gruñó furioso y sujetó su baúl, moviéndose entre la sombra como uno solo, hasta salir de entre la zona de los carritos en el andén Mágico.

Un elfo doméstico no lo detendría. No ahora que tenía un nuevo objetivo por destruir.

***

-No, por favor -gruñía Harry.

Era un día antes de las vacaciones de navidad, Percy le había dicho que Grover necesitaba ayuda, que había pedido socorro, y el niño siquiera pudo encontrar el jodido horrocrux.

Harry sabía que eso terminaría mal, siempre lo hacía. Aunque de una manera u otra Percy las libraba, pero eso no hacía que se sintiera mejor.

Era en una academia militar, Westover Hall, Harry intuía que serían semidioses, aunque le resultaba algo idiota llamar a más de ellos, solo provocaría que los monstruos los olieran a kilómetros.

Pero suponía que era mejor que tener que llevar a los semidioses con solo un sátiro, al menos Percy, Thalia y Annabeth, sabían combatir.

A las siete de la mañana del día siguiente el viaje a el andén nueve y tres cuartos partió, Harry se adentró solo a un compartimento -Sally se quedaba en el colegio- y casi seis horas de viaje después, sujetó con fuerza su baúl, activando el traslador.

Apareció en el pabellón del comedor por alguna extraña razón, así que corrió con rapidez a la cabaña de Deméter, casi que empujando a quien se ponía en su camino, dejó ahí su baúl, olvidándose por completo que aún llevaba puesto su uniforme del colegio -su capa de invierno con broche de plata bien puesta y su bufanda a negro y amarillo alrededor de su cuello- cuando escuchó como si algo se hubiera estrellado en el lago de las canoas.

Escuchó los chillidos de las Náyades y como si algo saliera del agua, justo como cuando el calamar gigante salía para que lo alimentaran.

Corrió hacia el lago, intuyendo que Percy estaría ahí, y, justo como lo sospechó, iba saliendo de un autobús junto a Thalia, un chico rubio muy parecido a Luke, un chico pelinegro y un montón de niñas que sabía debían ser cazadoras de Artemisa. Aunque no miraba por ningún lado a su señora.

Campeón [finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora