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Harry se sentó a lado de Percy de nueva cuenta, descansó sus piernas en las escalinatas y se recostó en el pasto, observando de reojo a Percy.

Este había llegado hace poco, pero Harry estaba seguro de que se sentía, como mínimo, muy abrumado.

Era aceptable tener alguien con quien hablar o en su defecto, la presencia de alguien que te entendía.

—Imagínate el concierto más multitudinario que hayas visto jamás, un campo de fútbol lleno con un millón de fans. Ahora imagina un campo un millón de veces más grande, lleno de gente, e imagina que se ha ido la electricidad y no hay ruido, ni luz, ni globos gigantes rebotando sobre el gentío. Algo trágico ha ocurrido tras el escenario. Multitudes susurrantes que sólo pululan en las sombras, esperando un concierto que nunca empezará —susurró Percy, recostándose a su lado, adoptando la misma posición que el menor.

Harry sabía a qué se refería, después de todo, no era un secreto que Percy había estado en los dominios de su padre, mucho menos para él, que había sentido la presencia de Percy, Annabeth y Grover apenas pusieron un pie dentro.

—Así lucen los campos Asfódelos —volvió a susurrar—. Los muertos no dan miedo. Sólo son tristes.

Harry se recargó un poco más cerca de Percy, sentía que eso era lo que necesitaba y se lo iba a dar.

—Había muy poca gente en el Elíseo, que parecía muy pequeño en comparación con los Campos de Asfódelos o incluso los Campos de Castigo. Qué poca gente hacía el bien en sus vidas. Fue deprimente.

Harry frunció los labios, bien lo sabía. La mayor parte de las personas eran idiotas. Egoístas y te juzgaban a base de sus propias normas, bien recordaba a los Dursley, la peor calaña de personas que pudo haber conocido en su vida.

—Luego —murmuró, un poco más bajo que antes—. El túnel, se hacía cada vez más estrecho y más oscuro, más frío, me hizo pensar en cosas que aún no he experimentado, sangre derramada y el horrible suspiro de un asesino, me hizo recordar a Gabe, me sentí en pánico. Harry, casi caigo al tártaro.

Eso Harry también lo sabía, Percy había estado perdido en su dominio, juntó sus labios en una línea y recargó su cabeza en el pecho de Percy, sintiendo como propios las latidos erráticos del corazón le muchacho de ojos aguamarina.

—Luego —volvió a decir, solo que esta vez con una risa, limpiándose las lágrimas que salían de sus ojos, suspirando un par de veces—. Conocí a tú, eh, padre. Fue el tercer Dios que he conocido y fue el único que me pareció realmente "divino". Irradiaba un enorme poder, era incluso más atrayente y fantástico que el de Ares. Tardé más en recobrar el sentido y dejar de verlo como un amo. Luego me acusó de robar su yelmo, yo no entendía ni la mitad de lo que pasaba.

Harry sonrió un poco, sí, ese era Hades.

Luego nos dimos cuenta de que fue una trampa tendida Ares para comenzar una guerra, pero eso realmente no interesa, todo se resolvió.

—Aun así no estoy muy contento con ese idiota de las guerras —refunfuñó Harry—. Ya tienes, algo así como tres enemigos inmortales. Y ellos tienen, algo así como un enemigo potencialmente poderoso que los hará tragar polvo.

—Gracias —Percy le dio una sonrisa, su corazón más calmado que antes.

—Percy... ¿Quién es Gabe? —susurró Harry.

—Es... bueno, era mi padrastro —sus labios se juntaron en una línea—. Era un tipo realmente horrible, también olía horrible, es... la peor persona del mundo. Era irrespetuoso, cruel y abusivo conmigo... al parecer también con mamá, trató de golpearla frente a mí... Generalmente si no le daba mi dinero para que el jugara póquer me molía a golpes, creí que a mamá no le hacía nada... que se conformaba conmigo, pero bueno. Al menos durante los primeros treinta segundos de conocernos fue amable.

Campeón [finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora