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Luego de derrotar a algunos hombres esqueleto, que habían dado con ellos en una ciudad en Cloudcroft, Nuevo México, montaron un jabalí que, según lo dicho por Grover, era un regalo del salvaje, de Pan.

Fue, más bien, una brisa de primavera en pleno invierno.

Habían llegado a la chatarrería de Hefesto, Grover había usado sus bellotas y las miraba preocupado.

—Nuestro siguiente desafío queda ahí dentro.

Harry pareció enmudecer, se aferró un poco más al brazo de Percy y trató de serenarse, Percy entendió lo que pasaba. Estaban en el desierto. "Uno se perderá en el lugar sin lluvia". Aquí perderían al primero.

El sol comenzaba a ponerse.

—Percy —susurró Harry, llevándolo lejos del grupo, mientras Zoë y Bianca sacaban sacos de dormir y otras cosas—. Aquí perdemos al primero del grupo. No sé quién pueda ser, pero si no sales vivo de esta, te mato. Al punto, siento que hay algo malo dentro del lugar, no es bueno... creo... Creo que o serás tú o será Bianca. Ambas ideas me asustan demasiado.

La voz le temblaba y por acto reflejo Percy le dio un abrazo, Harry solo suspiró antes de respirar profundo en su cuello, el olor a agua salada dándole la bienvenida, prometiéndole seguridad. Si Percy podía estar seguro de algo, era que las intuiciones de Harry nunca fallaban, sería más cuidadoso sólo por él.

—¡Ustedes, par de tortolitos! ¡Les toca ir por madera!

Percy y Harry acataron la orden dirigiéndose a algunas casas en ruinas, tomando tantos tablones de madera como pudieron, Thalia les lanzó una descarga eléctrica para encender la hoguera, se pusieron tan cómodos como pudieron sentirse en una ciudad fantasma en medio de la nada.

Harry se había acurrucado en el saco de dormir de Percy, se sentía más reacio que nunca a separarse de él, Percy le estaba acariciando el cabello con gracia, escuchando a Bianca decirle a Zoë.

—Te dije que la sexta colchoneta venía de más, parecen uña y mugre.

Harry se había reído, encogiéndose de hombros.

—Me siento menos ansioso aquí.

—Han salido las estrellas —observó Zoë.

Tenía razón. Había millones de estrellas, y ninguna ciudad cuyo resplandor volviera anaranjado el cielo.

—Increíble —dijo Bianca—. Nunca había visto la Vía Láctea.

—Esto no es nada —repuso Zoë—. En los viejos tiempos había muchas más. Han desaparecido constelaciones enteras por la contaminación lumínica del hombre.

—Lo dices como si no fueses humana —murmuró Percy.

Ella arqueó una ceja.

—Soy una cazadora. Me desazona lo que ocurre con los rincones salvajes dela tierra. ¿Puede decirse lo mismo de vos?

—De ti —la corrigió Thalia—. No de vos.

Zoë alzó las manos, exasperada.

—No soporto este idioma. ¡Cambia demasiado a menudo!

Grover soltó un suspiro, todavía contemplando las estrellas, como si siguiera pensando en la contaminación lumínica.

—Si Pan estuviera aquí, pondría las cosas en su sitio.

Zoë asintió con tristeza.

—Quizá haya sido el café —añadió Grover—. Me estaba tomando una taza y ha llegado ese viento. Tal vez si tomase más café...

Campeón [finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora