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Annabeth

Cuando se dieron las once de la noche en Reino Unido, volví a hacer la llamada iris.

Esta vez era una habitación bastante oscura la que me recibió, Harry estaba de espaldas al mensaje y había un cuadro enorme y viejo sobre su cabeza.

Y también se movía.

—Salazar, ¿tienes algún libro que me ayude en esto? Necesito retirar la maldición que tiene el anillo primero.

—Harry —hablé rápidamente, con el corazón en la garganta.

Harry se dio la vuelta con el pánico pintando sus facciones.

—Oh— demonios... Annabeth, hola.

—Harry... tengo malas noticias.

Su semblante se oscureció rápidamente.

—Tiene que ver con Perce... ¿cierto?

Asentí.

—Desapareció hace poco. Dejó varias cosas atrás.

—¿Tienes idea si el tridente desapareció?, ¿su collar del campamento?

Negué.

—Ninguno estaba con él, la señora Jackson los tiene en su posesión. Quirón dijo que un semidiós está a punto de llegar al campamento, pero no tenemos idea de si ese puede ser Percy.

—Mierda —suspiró pesadamente, como si se estuviera conteniendo de no gritar.

O algo así. Parecía a punto de derribar todo lo que estaba sobre su escritorio en ese momento.

—Annie, trataré de encontrar un hechizo que me ayude a rastrearlo. La última vez pude hacerlo gracias a su collar de cuentas y al tridente, será doblemente dificultoso ya que no lleva nada que pueda usar como anclaje. Te mantendré informada de mis avances.

Por fin sentí como si el aire de mis pulmones no fuera una masa pegajosa que no podía circular fácilmente.

—Si el semidiós del que se habla es Percy, te lo diré inmediatamente.

Ambos asentimos y el mensaje iris se desvaneció.

Harry

Tomé la respiración más profundamente exasperada que había tomado en los últimos catorce años de mi vida.

Tenía un anillo delante de mí, uno que apestaba a magia pesada y contenía un fragmento del alma de Voldemort que podía ser tan grande como la mitad.

Percy había desaparecido.

Sentí gravemente aquello.

Siempre que nos separábamos, siempre... ocurrían tragedias.

Percy estaba desaparecido.

Percy estaba...

Podía estar muerto en esos momentos.

Negué. Ningún semidiós había llegado a los campos Asfódelos, era imposible que Percy pudiese estar muerto.

Volví mi vista nuevamente a la mesa, donde el horrocrux estaba esperando. Había voces susurrantes que me pedían que lo usara, me resistí.

Retirar la maldición fue lo más difícil que tuve que hacer, mantener el hechizo fue tan complicado como mantener en bloqueo con mi espada un ataque de Clarisse o cualquier otro miembro de la cabaña de Ares.

Por horas.

Susurré en pársel el conjuro que me ayudaría a levantar la maldición completamente, cerrando los ojos ante el destello verde que abandonó en anillo y se disipó en una nube de humo oscuro.

Campeón [finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora