(Adam POV)
De frente a lo que alguna vez fue mi segundo hogar, recargado en el parachoques de un abandonado neon espero a un viejo amigo para cerrar cuentas.
El viejo gimnasio que en su mejor época se convirtió en el centro de apuestas y peleas más populares de la ciudad ahora se veía en un estado aún más deplorable que de costumbre, los vidrios rotos en todo el edificio y las paredes con graffitis tontos hacían parecer que en éste lugar nada interesante sucedió jamás.
El lugar no solo me trae un sabor de nostalgia por todo el tiempo que pasé aquí, por todas las veces que gané dinero haciendo lo único que me enseñó la vida, dar de hostias sin pensar dos veces.
Aquí fue la primera vez que ví a Emma después de tantos años.
-Para la próxima no seas tan tonta.
Esas fueron las primeras palabras que le dí, vaya imbécil, si hubiera sabido que esa pelirroja se convertiría nuevamente en mi razón para seguir luchando con lo que fuese que tenía preparado el destino para mí, no hubiera pensado de la misma manera.
Emma...
-Aqui están.
Habla una voz áspera con la respiración agitada.
Pongo mi atención y mi mirada en el hombre calvo que viene hacia mi a paso corto. El viejo Ivánok anterior dueño del lugar llega hasta mi con una visible fatiga encima.
-Nadie en su sano juicio compraría éste pedazo de tierra abandonado, ¿Qué planeas hacer con él?
-Eso ya no te importa, lo que sea que le tenga pensado no es de tu incumbencia, cierto?
Pregunto tomando de su mano los papeles que me acreditaban como el nuevo dueño del deplorable lugar.
El hombrecillo se limita a reír y negando con la cabeza vuelve a hablar.
-Te perdiste otra vez, los muchachos tenían razón. Podrás engañar a todo el mundo niño, pero yo puedo ver esa mirada de hace diez años, los ojos asustados de alguien que solo quiere algo a qué aferrarse.
El silencio que se crea entre nosotros es cuando menos abrumador, con cada palabra que decía lo observaba de reojo de vez en cuando, principalmente cuando acertaba en cuanto a mi juicio.
-Los viejos hábitos nunca cambian Adam, pero pueden perjudicar tu presente, piensa bien en lo que harás. Pero bueno, después de todo, no es de mi incumbencia.
Dice por última vez con una sonrisa en la boca y pasa junto a mi dándome una palmada en el hombro, igual que hacía diez años cuando llegué aquí con el labio partido porque uno de mis amigos en el instituto me contó acerca de un lugar donde te pagaban por partirle la cara a cualquiera.
La primera vez que Ivánok me vió pelear los ojos se le iluminaron como un niño en navidad, creo que dentro de él la intuición le decía que mi poco sentido común y mi terquedad tenían potencial.
Jamás me lo dijo, pero en varias ocasiones demostró tenerme un especial cariño junto con sus hijos, dos mocosos casi de mi edad que nos tenían prohibido tocar a pesar de los múltiples insultos del mayor. Se dedicaba a vernos entrenar y ser derrotados una y otra vez las primeras semanas en el lugar, sus burlas no paraban con Christian, pero cuando alguna era dirigida a mi también su padre lo callaba y lo mandaba sacar de ahí, era un ciclo que se repetía casi todos los días, hasta que crecimos y fuimos lo suficientemente maduros para arreglar nuestras diferencias en el ring.
Probablemente ahí es donde la preferencia de Ivánok hacia mí se perdió para siempre.
Vladimir comió suelo cinco minutos después de que la pelea empezara, su padre lo envío a Rusia entonces para que se entrenara de manera profesional, según él "Ya perdí un hijo y el que me queda no será un hombre débil".Al pensar en todo eso suelto un suspiro y me pongo de pie para irme del lugar, a pesar de todos los recuerdos que llegan a mi mente las palabras de Ivánok hacen mayor eco en mí.
"Te perdiste otra vez."
ESTÁS LEYENDO
Vuelve a mí, Adam [COMPLETA]
RomanceSegunda temporada de "Solo llámame Adam" "¿Crees poder perdonarme?" "No lo sé." "Lo siento." -Con una trayectoria casi impecable y una carrera traída de la tumba, llega una vez más al cuadrilátero para probar suerte. Con 1.88 metros, 83 kilogramos y...