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3 de enero,
Mar del plata.

Cierro la puerta del departamento y salgo del edificio, donde me espera mi tío, con destino a la playa Desde que empezó la temporada de verano Bautista y yo trabajamos en un chiringo en Varese

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Cierro la puerta del departamento y salgo del edificio, donde me espera mi tío, con destino a la playa Desde que empezó la temporada de verano Bautista y yo trabajamos en un chiringo en Varese.

La verdad es que no puedo estar más feliz porque amo la playa y me queda cerca del mi casa. El chiringo es de mi papá, pero como él no va a trabajar ahí vamos nosotros, aunque dijo que nos va a cubrir cuando nosotros queramos salir.

- Hola, buen día- Saludamos chico de donde alquilan las sombrillas y siguimos hasta el chiringo. Una vez que acomodamos todo, abrimos.

- ¿Tomamos mate?- pregunta y asiento.

- Pero ceba vos, no tengo ganas - digo. Casi siempre en la campaña es más tranquilo y aprovechamos para meternos al agua y yo tomar un poco de sol.

- ¿Todo bien con Pedro? - acepto su mate y niego. - ¿qué pasó?

- Que se yo- me encojo de hombros- quizá el problema soy yo y no los chicos.

- No creo que eso sea verdad- dice después de atender a un señor - estoy seguro que va a aparecer esa persona que valga verdaderamente la pena.

- Mi destino es sufrir por gente que no vale la pena - le devuelvo el mate. Un nene viene a comprar un licuado de frutilla. - y no hablo solamente de noviazgo o lo que sea. No estoy bien con Manuel y eso me pone mal.

- Tu amigo es lo más boludo que conocí en mi vida, pero siempre te acompañó en todo.

- Si, no se - me encojo de hombros y doy por terminado el tema - ¿qué hacemos hoy?

- Loca, mañana trabajamos - se ríe

- No me refiero a salir, podemos comer algo.

Sabes que si reini, le aviso a los chicos y comemos algo en casa- responde. Se ríe mientras mira para el lado derecho de la playa- mira quien viene ahí.

No puedo ni reaccionar cuando el morocho ya está en frente mío.

- Hola chicos- sonríe. Deja el termo arriba del mostrador - ¿me calentas el agua?

- ¿Algo más?- pregunto cuando se lo paso a Bautista para que ponga el agua caliente.

- Nada más, gracias- se apoya en el mostrador con los brazos cruzados - ¿cómo andas?

- Bien- sonrio. Fausto morocho, mide como un metro ochenta y cuando sonríe los ojos se le achinan. Todos los días viene a comprar agua caliente, casi siempre a la misma hora. Nuestra conversación se reduce a esto, pero cuando no está Bautista hablamos un poco más- ¿vos?

- Todo tranquilo por suerte- le entrego el termo y paga- gracias pipi, nos vemos.

- Chau. - me doy vuelta y me río al ver a mi tío con sus brazos en forma de jarra sobre su cintura- ¿que?

Buenos Aires; Santiago Sosa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora