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30 de abril,
Buenos Aires

Llego de lo de Pedro como a las cinco de la tarde, por suerte mi mamá todavía no está en casa y no voy a tener que explicarle de donde vengo tan tarde, si yo salgo de la facultad a las doce

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Llego de lo de Pedro como a las cinco de la tarde, por suerte mi mamá todavía no está en casa y no voy a tener que explicarle de donde vengo tan tarde, si yo salgo de la facultad a las doce. Igual si esto llega a perdurar le voy a contar, pues no tengo secretos con mi madre.

Por un lado me alegra no haberle dicho lo de Santiago. Fueron tres semanas, con toda la furia, nada más y no quedó en nada. Así que mejor.

Entro a bañarme, pongo música y después me encremo toda.

- Ya llegué- grita mi mamá cuando cierra la puerta. Salgo de mi habitación en pijama.

- Holis- la abrazo- ¿cómo te fue hoy?

- Bien- sonríe- cambiate que tenemos que ir a comprar.

Después de ponerme una calza y un buzo y por supuesto agarrar el carrito de los mandados, nos vamos.

Por suerte tenemos un supermercado a cinco cuadras, así que vamos caminando, lo que prefiero mil veces antes que ir en auto, porque el tráfico de acá es un desastre.

Cuando bajamos del ascensor nos encontramos a Santiago, nos saluda con un hola y a mi ni bola.

Malena se da cuenta, me mira y me hace señas.

- ¿Qué pasó acá?- pregunta cuando salimos del edificio.

- ¿Qué pasó con que?

- Con Santiago, Valentina. - dice obvia- un día son amigos que se juntan y ahora ni te mira.

- Que se yo, mamá. Los pibes son así, capaz que le fue mal en el entrenamiento.

No volvemos a tocar el tema hasta que llegamos a casa. Prepara el mate y nos sentamos en el living.

- Habla, yo se que pasó algo- insiste. Suspiro y niego - dale, Valentina.

- Ya te dije mamá. Capaz está enojado.

- Si, con vos ¿qué le hiciste?- me río. Pobre Santi, che. El vistima del año.

- Bueno la cosa es así. La otra vez, el viernes cuando vos no estabas, fuimos a tomar algo Julián, Lucas, Federico, él y yo. - empiezo a explicar- la cosa se puso buena y terminamos en un boliche. Cuando llegamos acá lo besé en el pasillo.

Abre la boca sorprendida.

- Mirala vos a mi hija- se ríe. - ¿y por eso está enojado? Pasaron como muchas semanas.

- No es por eso. Al otro día me lo encuentro en la pileta y después de mucha charla quedamos en estar en algo e ir conociendonos. Pero con la condición de que no podíamos estar con otra gente mientras tanto.

Buenos Aires; Santiago Sosa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora