{ Extra 1.- Aquella noche}

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Sian estaba acurrucado en Mateo mientras caminaban en silencio en su recorrido a casa.

El chico lamió su helado, sintiendo como el frío se calaba e intensificaba en su cuerpo.

—Te dije que helado en estas fechas no es bueno.

Sian se encogió de hombros y se pegó más a su novio.

—Tú también te has pedido uno.—Contraatacó Sian.

Mateo sonrió amplio y le dio un beso en la frente.

—Debíamos haber venido de día.—Mateo miró el cielo nocturno.—A esta hora bajan las temperaturas.

Sian miró a su derecha y sintió unos nervios tontos.

Agarró la mano de Mateo y se desviaron hacia aquel lado.

—¿Qué pasa?—Preguntó el pecoso terminándose su helado.

—Ven.

Mateo lo siguió, sin dudarlo. Solo que tiró de la mano de Sian, y lo abrazó por la espalda, cubriendo el pequeño cuerpo del pelinegro con su chaqueta para que no pasara frío.

Sabía que hacía bien en traer una gabardina ancha y larga, así podía arropar a su chico.

Mateo solo observó los hermosos ojos de Sian mientras este los guiaba, ni siquiera se percató de adónde.

—Aquí.

Mateo a regañadientes lo dejó de mirar y posó su mirada enfrente.

Sian se apoyó en la barandilla mirando los pocos coches pasar. Como aquella noche.

—Aquí.—Repitió Mateo apretando más a Sian entre sus brazos, brindándole calor.—Está igual de tranquilo que esa vez, solo que no hay gente mirando a un lindo castaño a punto de tirarse ni un hermoso pecoso medio borracho. Solo estamos tú y yo, felices y enamorados.—Mateo le dio un beso en el cuello.

Sian asintió, inclinando su cabeza, dejando que Mateo dejara besos húmedos a lo largo de su cuello. Se mordió el labio para evitar soltar algún jadeo.

—Aquí nos reencontramos.—Soltó Sian.—Aquí me salvaste.

Mateo negó.

—Lo haría las veces que quisieras.

Sian sintió esa sensación en su estómago que lo hacía feliz.

—Matty.—Llamó.

—¿Hmm?

Sian respiró Hondo antes de volver a hablar. Le dio una lamida a su helado y el frío helado en su lengua le dio valor.

—¿Quieres casarte conmigo?

Mateo detuvo los chupones en el cuello de Sian, paralizándose.

—¿Qué?

Sian se dio la vuelta para mirar a los ojos a Mateo, su espalda apoyada en la barandilla.

—Yo también quiero llamarte mi esposo.—Dijo sonriendo tímidamente.—Lo estuve pensando. Puede sonar ridículo pero me gustaría verte llevar un anillo en pareja conmigo, me gustaría que fueras mi marido y me encantaría tener un día solo para celebrar nuestro amor.

Mateo lo miró con demasiado cariño.

—Quieres una boda.

Sian asintió avergonzado.

—Quiero casarme contigo.

Mateo soltó una pequeña risa feliz y se mordió el labio mirándolo.

—¿Tú quieres?—Preguntó Sian, un tanto inseguro.

Dejemos de fingir (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora