{ 14.- Molestia }

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Mateo salió de la habitación donde se encontraba un pequeño Cole dormido y cerró la puerta despacio.

Miró la hora en su reloj y vio que ya eran las doce.

Dylan se había ido a trabajar y él había acordado con el primero que cuidaría a Cole.

Lo que implicaba también quedarse a dormir.

Últimamente ocurría con bastante frecuencia: o ellos se quedaban en el departamento de Mateo; o Mateo en el de ellos.

Curiosamente, ya cada quien tenía cepillos de dientes de sobra en sus respectivas viviendas. Tal vez hasta ropa.

Sí...Su amistad y confianza iba fortaleciéndose bastante rápido en poco tiempo.

Y Mateo se sentía feliz por ello.

Se sentó en el duro sofá y encendió la pequeña televisión.

Él era más de leer, pero Dylan no parecía tener muchos libros alrededor.

Básicamente ninguno.

Hizo zapping, un poco aburrido.

¿A qué hora llegaría hoy? Dylan solía llegar bastante entrada la madrugada y Mateo siempre lo esperaba. Hoy no sería la excepción.

Mateo sonrió un poco tímido. Era vergonzoso admitir que se estaba acostumbrado a dormir con más personas. Con Dylan, en especial.

Con él podía sentirse agotado y podía conciliar el sueño. Claro que no se habían abrazado desde aquella vez, pero Mateo "sin percatarse" ponía un brazo cerca del pelinegro y su mano rozaba el rostro de Dylan.

Porque...Curiosamente, sentirlo físicamente era más confortante.

Cole a veces dormía con ellos, interponiéndose en medio, pero otras veces no, lo que dejaba a Dylan y Mateo solos en aquella cama.

Alguna noche se habían quedado hablando hasta tarde, hasta que sin darse cuenta se quedaban dormidos. Mateo había confirmado que Dylan sí era una persona bastante amable, con sueños e ideales.

Pero también pesimista.

Dylan tal vez podía contar algún deseo pero posteriormente salía con un "pero" y "es imposible". Mateo se había quedado mirando el techo en la oscuridad pensativo: Dylan parecía estar decepcionado de todo.

Mateo no es que tuviera esperanzas tampoco en la vida y los humanos, pero creía ser capaz de lograr lo que se proponía, a pesar de a veces sentirse un inútil y una mierda. Por otro lado, Dylan no tenía ni una pizca de optimismo.

Él estaba rendido.

Mateo apagó la televisión y se quedó mirando la pantalla completamente negra.

Él se preguntaba si Dylan alguna vez había sido feliz. Dentro de lo que cabe "la felicidad", claro.
No estaba seguro de ello. Por como hablaba Dylan, se podría decir que no.

Mateo se había sentido triste al escucharlo hablar tan melancólicamente y para ser Nadie ni nada en la vida del pelinegro, Mateo quería devolverle la ilusión y las ganas de vivir la vida. Que no solo se centre en sus obligaciones. Dylan también tenía derecho a sonreír a menudo.

Claro que, tal vez no sería fácil, Mateo y Dylan tenían -tuvieron- una vida muy diferente.

Y la seguían teniendo.

Pero Mateo quería que sus diferencias los unieran. Ellos podrían sanarse.

(...)

Sian abrió la puerta y se sacó los zapatos mientras hacía una mueca de dolor. Le dolía el cuerpo y sus pies de encontraban al límite.

Dejemos de fingir (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora