{ Extra 2.- Sian Noel}

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-Navidad, Capitulo 21-

—De rodillas.

Sian se dejó caer lentamente, como había ordenado Mateo, mirándolo fijamente, sin despegar la vista de aquellos ojos que brillaban divertidos.

El pecoso sonrió pervertidamente y satisfecho al verlo obediente y sumiso.

—Abre la boca.—Mateo se bajó el cierre de sus pantalones y sacó su miembro con una mano. Le dio unas cuantos jalones para endurecerlo más y lo acercó al rostro de Sian.

Sian entreabrió pequeño su boca, provocando al pecoso.

Mateo empujó la punta de su pene entre sus labios y el pelinegro pudo sentir el sabor salado del presemen que brotaba de él.

—Ya diste los regalos.—Mateo habló y dio un leve golpe con su miembro a la mejilla de Sian.—Ya has acostado a Cole.—Paseó su duro y firme pene, ahora así, por el cuello de Sian, llenándolo de su líquido.—Y has comido galletas.—Mateo tiró con fuerza del cabello de Sian hacia abajo para que este lo mirara.—Ahora tienes que recibir la leche. Te encanta la leche, ¿recuerdas?

Sian sonrió. Su propio pene estaba haciendo una pequeña tienda de campaña bajo el pantalón rojo de terciopelo.

—He sido un niño muy bueno.—Mateo hizo un puchero al ver como Sian no parecía colaborar.—Y aún no me has dado un regalo. Quiero mi regalo.

Sian imitó su puchero, como si la situación fuera triste y no caliente. Fingiendo melancolía.

—Te daré tu regalo.—Respondió más tarde, dando una lamida a la punta, sorprendiendo a Mateo por la acción repentina.

Mateo aprovechó y empujó sus caderas hacia la boca abierta de Sian, sin embargo, este se alejó.—Pero...¿Yo he sido un niño bueno?

Mateo lo miró boquiabierto, empezaba a desesperarse. Él quería ahogar a Sian con su miembro, quería atragantarlo, hacerle lagrimear por los empujones que daría contra la parte posterior de su garganta y hacerle quejarse.

Mierda.

—Tú eres Papá Noel.—Contradijo.

—Pero también quiero regalos.

Mateo se recompuso. Parecía estar sudando frío, impaciente por joder la boca de Sian. Suspiró frustrado.

—No. Has sido un niño muy malo.—Sentenció.—Muy malo. ¿Sabes lo que reciben los niños malos?

Sian negó, actuando inocentemente.—No...¿Nalgadas?

Mateo pestañeó al oír la respuesta y después soltó una gran carcajada, haciendo que Sian se pusiera tímido. Ah...¿No era eso?

—Carbón, cariño.—Mateo le acarició el rostro desde arriba.—No se les da regalos, se les da carbón dulce para comer.

Sian asintió, sus ojos se desviaron al miembro de Mateo.

—Prefiero comer otra cosa.

Mateo dio la razón.

—Y te vas a comer y beber otra cosa.—Demandó y Sian gimió cuando Mateo empujó su miembro dentro de su boca, provocando una arcada por el sorpresivo ataque.

Sian trató de controlarla y cerró los ojos mientras estos se llenaban de lágrimas por el esfuerzo de soportar la punta del miembro tocando y golpeando su garganta, cortando el aire e impidiendo que entrara en sus pulmones.

—Mierda.—Mateo sonó tenso y apretó más fuerte el pelo de Sian en su mano, sus caderas moviéndose rápido, el sonido mojado de la húmeda y cálida boca de Sian resonaba por toda la habitación.
El chapoteo y el glup, glup, glup se escuchaba tan excitante y estimulante que Mateo no podía detenerse y queriendo oír más, aceleró el movimiento de su cadera.

Dejemos de fingir (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora