{ 12.- Noche }

6.2K 627 102
                                    

Mateo abrió los ojos y una punzada en su cabeza le hizo soltar un quejido.

Mierda. Llorar mucho provocaba eso. Sus ojos seguramente estarían hinchados.

Su brazo apretó lo que estaba abrazando.

Por un momento se preguntó si anoche había ligado y había traído alguien a casa.

Mateo recordó quién era el que estaba a su lado. Y lo que ocurrió anoche. Más o menos.

Se incorporó observando al pequeño pelinegro que se encontraba boca arriba.

Mateo había estado durmiendo en su pecho y Dylan lo estaba abrazando.

El chico dormía tranquilamente con su rostro hacia un lado.

La luz de la luna se filtraba por la ventana chocando con su juvenil rostro.

Su perfil era tan Hermoso y lindo.

Mateo levantó una mano y acarició el rostro del chico. Apartó un pequeño mechón de su frente. Los ojos azules de Mateo no se perdieron ningún detalle de la cara de Dylan.

Era realmente bello. Sonrió.

Pero esta sonrisa se desvaneció al ver la venda en sus nudillos, su tocó su propia mano.

Suspiró y se tapó la cara.

—Mierda...Qué vergüenza.—Dijo para sí mismo.

Ciertamente no solía recordar lo que hacía cuando perdía completamente el sentido o se daba cuenta antes de hacer alguna...Locura.

Esta vez...

Estuvo él. Dylan.

Él había presenciado todo.

Y además, también fue una víctima.

Mateo sintió que quería morirse de mortificación. ¿En serio le había dicho sobre Sian?

Oh, por Dios.

Bueno, lo hecho, hecho estaba.

Solo le tocaba actuar como si no se arrepintiera de nada.

Miró la hora en su teléfono.

4:30

Mateo levantó la cejas.

Oh...Había dormido unas cuantas horas.

Increíble.

¿Hacía cuanto que no dormía tan bien...?

Oh...Sí. Ya lo recordaba.

Solo en esas dos veces.

Con Sian.

Mateo abrazó sus rodillas cubiertas por edredón y miró a través de la ventana desde su cama.

Él, de verdad, no debía comparar a Dylan con Sian. Tal vez era cierto que hubieran ciertas similitudes en ellos pero...No eran iguales, obviamente.

Si Sian lo hacía pensar en el caluroso verano con una inesperada y extraña brisa fresca, colores vividos y alegres...Dylan lo hacía pensar en el frío infierno, oscuro, deprimente y solitario.

Mateo amaba el frío, sin embargo, pero ese no era el punto.

Lo único que tal vez compartían esos dos...Eran los secretos que ambos se guardaban para sí mismos.

Dejemos de fingir (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora