{ 6.- Sincero }

5.5K 629 122
                                    

—¿Y bien?

Mateo levantó la vista únicamente unos cortos segundos del pequeño gatito sobre su pecho para observar a Dylan.

—¿Qué cosa?—Dijo en voz baja, acariciando al dormido gatito.

—¿Qué vamos a hacer? ¿Te llevas los dos o dejas uno?

Mateo tarareó mientras pensaba.

—¿Tú quieres tener a uno?

Dylan se cruzó de brazos, observándolo desde arriba.

—La verdad es que no creo que pueda mantenerlo.—Confesó haciendo una mueca.

Mateo hizo un sonido pensativo y no preguntó. No quería hacer sentir incómodo a Dylan. Ya había conseguido acercarse a él un poco, no debía retroceder por tratar de saber más a cerca de él.

—Hagamos esto: Me llevo a las dos gatitas conmigo y vosotros, tú y Cole, podéis venir a mi casa cuando queráis si deseáis verlas.—Mateo propuso.

Dylan frunció el ceño y no dijo nada.

El gato blanco maulló a su lado. Mateo dejó de mirar a Dylan para centrarse en la otra gata a su izquierda.

Parecía ser que aquellas dos felinas se sentían bastante cómodas con él. Extrañamente, Mateo también se sentía bien con ellas. Eran muy pequeñas y tiernas, adorablemente cariñosas también.

Eran bebés después de todo, no habían tenido el cariño de una familia al nacer ni a su madre para cuidarlas. Solo buscaban calor y amor, y lo habían encontrado con Mateo, al parecer.

Mateo acarició simultáneamente a la gatita negra y blanca.

—Bien.

Dylan atrajo su atención.

—Es decir, es la mejor opción.—Se encogió de hombros.—Me hubiera gustado que Cole tuviera a una para hacerle compañía pero...No es posible. Así que sí, prefiero que te lleves a las dos gatas y las cuides. Estoy seguro que contigo no le faltarán de nada. Conmigo tal vez sufran.

Mateo se mordió ligeramente el labio para evitar preguntar.

Fracasó. Su curiosidad ganó.

—¿Por qué deben hacerle compañía?—Se contuvo de preguntar el porqué sufrirían con él...O por qué no podía mantenerlas. No era asunto suyo, se repitió mentalmente.

Dylan dejó caer sus brazos y se sentó al lado de Mateo, cogiendo a la gatita blanca con cuidado y poniéndola en su regazo.

—Debo trabajar.—Respondió pensativo mientras miraba fijamente al animal encima de él.

Mateo asintió estudiándolo de perfil.

Dylan tenía unas lindas y rizadas pestañas oscuras, su nariz era pequeña y respingona y sus labios estaban fruncidos en un tierno puchero mientras pensaba.

Mateo sintió que ya había visto aquel perfil. Su corazón se hundió.

Él no debía comparar.

—¿En qué trabajas?—Preguntó desviando su mirada de vuelta al gatito negro, desconcertado.

—En cosas.—Respondió en un suspiro.—¿No has oído rumores por ahí?

Sintió la mirada de Dylan. Decidió no devolvérsela, no quería toparse con sus ojos. Se sentiría mal por desear que aquellos ojos verdes fueran diferentes, que sean como los de...

—No, no me interesan. ¿Por qué?

Dylan soltó una pequeña risa.

Mateo frunció el ceño al escucharla. ¿Se parecía a la risa de...? No. Eso no podía ser...O sí, muchas personas tenían una risa parecida; en cualquier caso, no se suponía que podía recordar una risa que escuchó muy pocas veces -por no decir nunca- hace varios años.

Dejemos de fingir (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora