{ Extra 4.- Mi comodidad }

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Normalmente suelo salir molesto del trabajo. Estoy agotado y veces algunos casos son bastantes tediosos y complejos por lo que debo quedarme horas extras en el buffet para prepararlo o adelantar trabajo.

¿Por qué no lo hago en mi casa?

Por una simple y hermosa razón.

Abrí la puerta y dejé caer el maletín al suelo esperando a la personita que me recibe siempre la primera.

Sus pequeños pasos sonaron contra el suelo y algunos juguetes fueron pateados mientras venía hacia mí.

Su hermosa sonrisa con aquellos pequeños dientes me alejaron el cansancio y el mal humor del cuerpo.

—Mi princesa.—Cargué a mi hija que llevaba el biberón en la mano y le llené el rostro de besos.

Ella rio y me abrazó el cuello.

—Papi.—Alessa me dio un pequeño beso a mí también en la mejilla y yo sonreí más.

—¿No me puedes dar otro?—Hice un puchero.

Ella negó sonriendo mientras se burlaba de mí.

—Eres una princesa muy mala.—Me hice el ofendido y sus ojos verdes no mostraron ni un ápice de culpa.—¿Dónde están mis chicos?

Alessa tomó un poco de su biberón y miró hacia la entrada del salón. Ella señaló con su pequeño dedo hacia allí.

—Gracias, mi amor.—Le agarré su manita y le mordí el dedo cariñosamente, ella se quejó y yo me reí.—Eso es por no darle un beso a papá.

Caminé con mi hija hacia la sala de estar y vi a mis dos hijos viendo la tele.

—Campeones.—Saludé.

Dean se bajó del sofá y caminó hacia mí.

—Llegaste.—Dijo mi hijo y yo me incliné para agarrarlo y llevar en brazos a Dean y a Alessa.

Le di un beso sonoro en la cabeza a Dean.

—Llegué.—Miré a Cole que me sonreía desde el sofá.—¿Tú no vienes?

Cole asintió y se puso de pie en el sofá. Caminé hasta él, me di la vuelta, poniéndome de espaldas a él y me agaché un poco.

Él se subió a caballito encima de mí.

—Ahora vamos a ver a papá.—Le dije a mis tres hijos y ellos asintieron aferrándose a mí.

Caminé hasta la habitación donde mi esposo pasaba consulta y donde seguramente estaba ahora recogiendo, mientras hablaba con mis pequeños sobre qué tal les había ido en el colegio.

Dean se inclinó para abrir la puerta dado que yo no podía porque tenía las manos ocupadas sosteniéndoles y entré.

El amor de mi vida se dio la vuelta al oír el crujido del pomo de la puerta y lo primero que vi fueron aquellos hermosos ojos que no dejaban de cautivarme todos los días.

Mi sonrisa se hizo más grande, si es que eso era posible y me lo quedé mirando lo que parecía una eternidad, porque nunca me cansaría de contemplarlo, de mirarlo y de amarlo.

—Amor.—Le dije caminando rápido hacia él y besándolo.

—Hola.—Él me abrazó y yo no pude dejar de sentirme tan feliz y a gusto en aquel momento. Amaba sus abrazos, amaba sus besos, amaba su mirada en mí y lo amaba demasiado a él. Amaba todo.

—¿Cómo estás?—Le acaricié el rostro con mi propia nariz suavemente, exhalando su aroma.—¿Alguna molestia?

Sian bufó.

Dejemos de fingir (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora