•Prólogo•

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La noche estaba silenciosamente tranquila. En la carretera habían tan pocos automóviles que Mateo podría ir en cualquier lado de los dos carriles.

Claro, no lo haría. Estaba algo bebido y tal vez sus reflejos podían fallarle, haciendo que reaccionara tardíamente.

No quería tener un accidente.

Quería cuidar a su nuevo bebé. Se había comprado una Yamaha YZF R6 roja y no quería precisamente dañarla ni un ápice. Ni siquiera hacerla derrapar por una tontería como evitar un choque con otro automóvil.

Así que se quedaría en su carril correspondiente, pudiendo cantar a todo pulmón. Aunque su casco amortiguara su hermoso canto.

A lo lejos, la acogedora paz parecía que llegaba a su fin.

Habían coches quietos, personas fuera de estos, evitando que más vehículos pasaran. Todos mirando hacia arriba mientras murmuraban entre ellos. Sus vistas hacia el punte.

Cuando Matt estuvo lo suficiente cerca, se detuvo.

Se sacó el casco y miró a la dirección en la que todos estaban atentos.

Un hombre.

¿O tal vez un adolescente?

Matt no tenía la vista lo suficientemente clara. Pero toda ebriedad parecía haber desaparecido. Un poco.

—¿Qué ocurre?—Matt logró preguntar a una señora que tenía las manos en la boca, observando horrorizada al chico de arriba.

Esta le dio una mirada evaluadora antes de negar con el ceño fruncido.

Mateo casi se da un bofetada a sí mismo. Claro. ¿Cómo iba a preguntar que qué ocurría, cuando él mismo podía observar al hombre en aquel puente con la clara intención de tirarse? Por Haberle preguntado algo tan estúpido a aquella mujer, era de esperarse recibir una reacción como esa.

—¿No van hacer nada?—Volvió a hablar.

La mujer lo miró mal.

—¡Si nos acercamos dice que se tira! No lo ha hecho aún porque...¡Él quiere los coches y motos en movimiento!—Dijo agitada y nerviosa.

—Wow.— Soltó Mateo mientras volvía  a mirar hacia arriba.

¿Dónde se había ido toda la tranquilidad de hace apenas unos segundos? Ahora se encontraba presenciando una escena de intento de suicidio.

Mateo se revolvió el pelo antes de suspirar y volver a ponerse el casco. Arrancó su preciosa moto y se dirigió a subir el puente.

—¿¡Qué haces!?

Escuchó el grito de la mujer antes de pisar el acelerador para llegar rápido a la posición donde se encontraba aquel chico.

Esperaba hacer lo correcto y no ser el culpable. No quería ser un héroe pero quería ayudar al hombre. Por lo menos intentarlo.

Pisó con más fuerza. El motor rugiendo, Mateo sonrió con orgullo. Divirtiéndose mientras esquivaba los coches parados y las personas.

Al llegar, el puente estaba igual de lleno de gente que la carretera de abajo.

Mateo se acercó lo suficiente.

—No te acerques más.—Un señor lo detuvo.—Si lo haces, dice que se tira.—Repitió lo mismo que la mujer de abajo.

—Sujeta.—Mateo lo ignoró por completo, dándole el casco.

El señor lo miró con asombro.

—¡O-oye!

Dejemos de fingir (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora