{ 23.- Difícil }

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Sian esperó mientras daba vueltas en el baño, su corazón latiendo fuertemente.

Maldición.

Cinco minutos era demasiado.

Cuando por fin sonó la alarma, Sian cogió el predictor, lo alzó mientras cerraba los ojos. Y cuando estaba en el mismo nivel de su nariz, los volvió abrir.

Enfocó la vista.

Su garganta se secó.

||

Dos. Eran dos.

Sian se miró en el espejo, y volvió la vista al color rosa y a las dos rayitas.

Esto debía ser mentira. Podía haber fallado.

Él no podía...

Estar esperando un hijo.

Un bebé.

Oh, por dios. Esto no era real. No podía ser verdad.

Si era sincero consigo mismo, lo que le preocupaba no era que estuviera embarazado, que también, sino que...No sabía exactamente quién era el padre.

Es decir, hace unas semanas había despertado en la cama de otro tipo y...Bueno, con Mateo siempre estaban teniendo sexo.

¿Cómo podría saber con exactitud de quién era?

No podía estar pasándole esto a él.

—¿Sian?—La voz de Cole lo alejó de su depresión momentánea sobre la suerte que tenía en la vida.

—S-sí, ya voy.—Guardó el predictor en su bolsillo y salió.

Su pequeño hermano lo miraba con curiosidad mientras mordía el peluche azul.

—No muerdas.—Le regañó Sian mientras lo cargaba en brazos.

Cole no obedeció y siguió masticando la patatita del pobre mono azul.

—¿Tas bien? Te ves triste.—Los ojos verdes de Cole lo miraban curioso.

Sian se sentó con él en el sofá y suspiró.

—Sí, bebé. Todo está bien.—Le sonrió mientras lo apretaba más fuerte.—Todo bien...

Sian se preguntaba qué haría ahora.

Él debería buscar al chico de esa noche.

~~

Sian tocó la puerta fuerte e impacientemente. Tenía prisa.

Había quedado con su doctora en media hora para saber los resultados de los exámenes que se había realizado hace unos días.

Tal vez el predictor se equivocaba y era un fallo. Los exámenes le dirían la verdad.

La puerta se abrió y dejó ver a un chico moreno -alto- y fuerte.

—¿Sí?

Sian se encogió. Aún era malo para hablar.

—Umm...No sé si te acuerdas de mí pero...

El hombre levantó las cejas mientras lo miraba fijamente, luego sonrió.

—¡Oh, tú eres el chico del bar de la otra noche!—Se cruzó de brazos, divertido.

Sian no veía la gracia por ningún lado.

¿Cómo debía preguntarle, para quitar cualquier sospecha de que este hombre podría ser el padre, en el caso de que sí estuviera esperando un bebé?

¿Y sí lo era? Oh, por dios. ¿Qué haría? ¿Y Mateo?

Dejemos de fingir (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora