{ 24- Rotos }

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Mateo observó a Cole lamer su helado alegremente.

—¿Está bueno?

Cole asintió mientras jugueteaba con la cuchara.

El clima era frío, pero un helado en estas estaciones a veces apetecía.

—Cole, ¿puedo preguntarte algo?

El niño asintió nuevamente.

—Tú...—Dudó, seguramente Cole no sabría nada.—No recuerdas nada de tu padre, ¿verdad?

Cole sacudió la cabeza.

—No. Y ya no me importa.—Se encogió de hombros y dio otra lamida.—Te tengo a ti y a Sian. No quiero más.

Mateo rio.

—Ow, eso ha sido lindo. ¿Me consideras tu padre?

—Sí.

Mateo sonrió mirándolo. Él posiblemente podría considerarlo un hermano menor, pero si el pequeño lo miraba como un padre, Mateo podría verlo como un hijo.

—¿Te gustaría que fueras mi hijo?

Cole asintió enérgicamente y sonriendo grande.

—¡Claro!

Mateo le revolvió el pelo.

—Serás mi hijo y el de Sian, entonces.—Mateo se echo hacia atrás y suspiró.—Sian seguramente es mejor padre que el verdadero.

Recordó a aquel hombre y la actitud tensa e incómoda de Sian. La mujer parecía cohibida. El ambiente era malo.

¿Sian estaría bien? Dijo que se lo explicaría más tarde pero...

Mateo tenía un mal presentimiento.

¿Debía volver a casa? Ya habían pasado unas horas, ¿sería suficiente? ¿Por qué Sian le pidió que su padre no vea a Cole? ¿Por qué se veía tan desesperado? ¿Y tan asustado?

Tantas preguntas tenía hacía Sian, y ninguna, como siempre, era respondida.

Cierto era que el misterio de Sian era lo que le cautivaba, pero ahora...Era estresante. Él quería ayudar al pelinegro, mas si este no le contaba nada, no podría.

Las cosas habían cambiado, Mateo no solo estaba únicamente interesado por Sian. Él tenía sentimientos amorosos por él. Mateo no solo quería conocerlo y estar cerca, Mateo quería cuidarlo y protegerlo. Mateo no quería descubrir sus secretos, él quería ayudarlo con ellos.

Mateo quería a Sian. Y estaba harto de pretender que solo tenían amistad y sexo.
Él sentía más que eso y se lo confesaría a Sian. Podrían ser una pareja formal y criar a Cole juntos, afrontar sus miedo de la mano y apoyarse mutuamente.

Mateo tenía la sensación que Sian sentía lo mismo.

¿Verdad?

Su estómago saltó emocionado imaginando poder darle mimos a Sian en cualquier momento, no solo en la intimidad ni cuando estaba triste o cansado. Poder besarlo suave e inocentemente cada instante y no solo para tener sexo Segundos después. Poder abrazarlo y decirle que lo quería, que era lo que necesitaba y que había esperado mucho tiempo para conseguirlo.

—Vamos a casa, campeón. Tengo algo que preguntarle a tu hermano. Si sale bien iremos algún sitio a cenar.—Mateo levantó a Cole.—Y si sale mal...

Mateo sacudió la cabeza. No. No saldría mal. Si no podrían ser pareja, podrían seguir como estaban, ¿no? Mateo podría conformarse con eso. Era mejor que nada. Porque Cole y Sian eran su familia, no quería perderlos.

Dejemos de fingir (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora