{ 27.-Despedida }

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Prometo que ya es la última canción JSKJSJS (tal vez...)
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Dante observó como su amigo elegía una letra para cantar encima de la pequeña tarima del lugar. Sus amigos aplaudieron cuando el pecoso se subió y se sentó enfrente del micrófono.

La melodía empezó a sonar. Era otra canción en español, y aunque Dante no era muy fan de ellas, por los días que había estado conviviendo con Mateo, había aprendido el significado de las letras de las canciones que escuchaba Mateo.

Según él, se adaptaban a su situación. Mateo estaba cada vez mejor, dentro de lo que se podía decir. Las canciones que escuchaba últimamente no eran de un corazón roto, con esperanzas e ilusiones rotas, ahora escuchaba canciones sobre superar y curar su estropeado corazón.

Dante se había sentido más aliviado. Algo era algo. Solo que el hecho de que Mateo había vuelto a fumar y beber no le hacía del todo feliz.

Pero bueno. Dante se giró hacia la barra y pidió una bebida mientras la voz de Mateo se escuchaba suavemente por la sala.

(...)

Entiende que aunque quiera perdonarte...No puedo, ya no sirvo para amarte...

Sian buscaba a Mateo, sabía que aquella noche tenía karaoke con sus amigos. Ni siquiera sabía que hacía buscándolo, eso solo lo empeoraría todo, sin embargo, quería verlo. Lo extrañaba. No podía estar sin él.

Era tan egoísta. Lo era. No obstante, ahí estaba, entrando al sitio donde se encontraba Mateo.

Abrió la puerta, el lugar estaba oscuro más que por unas luces de colores que alumbraban, un foco blanco enfocando a un chico de cabello castaño en una coleta, este se encontraba cantando.

Sian se apoyó en la puerta escuchándolo. Mirándole. Admirándole. Siempre supo que Mateo tenía una buena voz, no de profesional pero era una voz agradable de escuchar.

—Me golpeaste, me arrojaste y en el suelo me dejaste...Y ahora pides que regrese como antes.

Sian hizo una mueca. Tenía la sensación de que esa letra iba dirigida a él.

—No me quedan fuerzas para odiarte...Mi alma ya no puede repararse...

Sian sabía que había dañado a Mateo de una forma muy cruel, pero él prefería que Mateo sufriera un tiempo, a que lo culpara toda la vida por terminar en la cárcel sin motivo.

—Ya no siento, ya no veo y aunque intente, no te creo...No me ruegues, que quererte ya no puedo...

El pecho de Sian se estrujó.

—Eras mi vida, eras todo...No entiendo por qué tú me traicionaste...

Seguramente Mateo pensaba que, de algún modo, Sian había sido infiel. Después de todo, ese era su propósito. Lo había conseguido. Mateo se había alejado. Todo estaba saliendo perfecto, pero no se sentía como tal. Dolía.

—Voy a olvidarte...Voy a borrarte. Así que vete y no regreses...Que esto ya no me interesa...Es muy tarde para oír que te arrepientes.

Sian frunció el ceño. ¿Ah? ¿Eso era una indirecta? No...Mateo no era consciente de que se encontraba escuchándolo, solo era una pura coincidencia. Mas se sentía como unas dagas clavándose en su corazón y estómago.

¿Tarde? ¿Era tarde? Claro que lo era. ¿Cómo no lo sería? Sian no podía esperar que Mateo lo siguiera esperando y queriendo después de todo lo que le dijo e hizo. Sian lo comprendía...Sí, lo hacía...

—Voy a olvidarte...Voy a borrarte...Ya no pierdo más mi tiempo...Ya no pienso estar sufriendo...Desviviéndome por ti en ser perfecto...Voy a olvidarte.

Dejemos de fingir (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora