{ 16.- Charla }

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—Mierda.—Mateo espetó.

Sian se tragó el semen de Mateo y se pasó el dorso de la mano por los labios, limpiándose.

No era precisamente fan del sabor, siempre prefería que no se corriesen en su boca mas esta vez se olvidó de evitarlo.

El rostro duro, las mejillas pecosas con un color carmesí y aquellos labios entreabiertos mientras gemían, le habían hecho olvidar que debía apartarse al último Segundo.

Sian miró hacia abajo.

Oh...Se había puesto duro también. Qué incómodo.

—¿Quieres hacerlo?—Sian preguntó descaradamente, como si fuera una pregunta casual.

Mateo lo siguió mirando desde arriba, su miembro semi duro, fuera de sus pantalones.

Sian desvió la mirada, se obligó a no avergonzarse al verla. Por el amor De Dios, la acababa detener en su boca. ¿Qué pudor se suponía que debía de tener? Ninguno.

Sabía que no debía estar haciendo esto. No con Mateo.

Eran amigos, dentro de lo que cabía. Se había hecho íntimos, pero no con esto incluido. No era esa clase de intimidad.

Solo que Sian prefería tener sexo con Mateo, a conversar con él y contarle más sobre sí mismo.

Tenía miedo.

Mateo...¿Se enfadaría? ¿Se molestaría? ¿Verlo a él...A Dylan, le asquearía? ¿Se alejaría? ¿Lo dejaría? ¿Lo abandonaría?

Sian no quería saber la respuesta.

No quería, no quería. Mejor podría meter a Mateo a su cama y luego este no sería mejor que él, no podría culpar ni juzgar a Sian, no después de acostarse con él.

Sian sonrió de lado. Quería reírse de sí mismo. ¿En qué estaba pensando? ¿De verdad iba a hacer algo así? ¿Algo así a Mateo? Mateo, quien había sido una gran persona y apoyo para él. Mateo que había conseguido que Sian sonriera y tuviera mínima esperanza...En algo. Alguna cosa.

Mateo no se merecía eso. Él no debía ser manipulado.

Pero no había vuelta atrás. Ya se la había mamado. ¿Por qué no llegar hasta el final? Después de esto, podrían olvidarse de todo.

Sian podría buscar otra maldita universidad.

Pero... no estaba seguro de poder hacerlo. Pensar en alejarse de Mateo...Era extraño.

Le había pasado algo similar, pero a menor intensidad, hace años. Cuando le tocó irse de Londres, sin despedirse,  sin tiempo, a su cabeza apareció la imagen de unos gemelos, sintiéndose culpable por Rubén, su amigo...Y extrañamente, por el otro gemelo, Mateo, con quien...Bueno, se suponía que había perdido su virginidad de atrás.

Era gracioso.

Hace años, su única relación con Mateo había sido ir una vez a una cafetería, ir a una cabaña, dormir juntos, tener sexo y ya.

Nada más.

Por eso le había confundido tanto cuando se estaba yendo, que a su cabeza le viniera aquella sonrisa llena de pecas y esos ojos azules.

Sin embargo,  a diferencia del pasado, es que fue capaz de irse, sin remordimientos, pero sintiendo una presión en el pecho; ahora, en el presente, no estaba tan seguro de marcharse nuevamente.

Ahora su relación era más profunda. Eran amigos. Había confianza. Se conocían. No era nada parecido al pasado.

Tampoco podía hacerle eso a Cole, no otra vez. Él ya estaba más mayor y consciente, ya no era era un bebé sin saber lo que ocurría a su alrededor.

Dejemos de fingir (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora