{ 25.- Amantes }

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Mateo cerró la puerta del coche, le dio un vistazo a las gatas en el asiento detrás en sus respectivas cajas y suspiró.

¿Hacía cuánto que no había estado en el coche solo? Siempre estaban los dos hermanos o Cole y Sian por separado.

Ahora estaba solo, únicamente con las felinas.

Suspiró.

Supuso que debía ir acostumbrándose.

—¿Ponemos música? Esto está muy silencioso y deprimente.—Una gata maulló como si le entendiera.—Sabía que pensabas lo mismo.

Mateo encendió la radio y empezó a sonar Before you go.

Mateo rio.

—Oh, así que eres muy oportuna...¿eh?

La melodía empezó a sonar, la letra hurgando en el corazón dolido y sensible de Mateo.

Mateo se apoyó en el volante y cerró los ojos, estos escocían y se sentían húmedos. Su pecho se apretaba dolorosamente recordando las palabras de Sian.

¿Se suponía que debía odiarlo, reclamarle por haber estado con otro chico y estar esperando un hijo de otro? Porque en aquel instante se detestaba a sí mismo por haber tardado tanto en ganar coraje para confesarle que estaba enamorado de él.

Pero...¿Hubiera cambiado algo? Sian no sentía lo mismo que él, seguramente hubiera terminado lo que tenían, de todos modos.

¿Así iban a terminar? ¿Hasta aquí? ¿Este era el final? ¿De verdad Sian no había sentido ni una pizca de cariño romántico hacia él...? No...Mateo no podría creerse eso, él conocía a Sian...O eso creía.

¿Quién era ese con quien había hablado? Era cierto que Sian al principio era frío y de pocas palabras...Pero después de haber estado junto a él durante meses, sabía que no era así. Sian era bastante cálido y mimado.

El Sian de hace unos minutos no era quien conocía Mateo...Sin embargo, tal vez nunca había conocido realmente a Sian.

¿Qué sabía de él? Nada. Solo su comportamiento y cuerpo...Nada personal.

Mateo golpeó el volante.

¿Por qué?

Maldición, estaba tan molesto. Él solo había querido protegerlo, cuidarlo y amarlo...¿Y esto era lo que recibía? Tal vez se lo merecía después de tantos años de fingir ser alguien que no era.

El karma, Dios o lo que sea que hubiera, había decidido que la persona con la que se abriera sinceramente y de verdad, para confiarle fielmente todo...Lo dejara.

—Posiblemente no merezco que me quieran.

La canción siguió reproduciéndose, retumbando en sus oídos. Unas lágrimas cayeron, las palabras de Sian repitiéndose dentro de su cabeza nuevamente.

¿Por qué, Sian...?

Solo quería saber por qué...

Salió del coche rápidamente, miró la puerta del edificio, Sian y Cole ya no estaban, ya habían entrado.

Se habían ido.

Ya los había perdido.

No...

¿Acaso alguna vez fueron suyos?

Mateo se tapó la boca y sollozó. Se volvió a sentar en el asiento y lloró con el corazón roto. Apretó su chaqueta por la zona del pecho y gimoteó, de sus ojos no dejaban de caer gotas, el volante y su chaqueta siendo empapadas.

Dejemos de fingir (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora