{ 18.- Sian }

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Mateo abrió los ojos y sonrió al ver la cabellera oscura al lado suyo. Se movió para acercarse a él, besó la marca roja en su nuca y lo abrazó.

—Hmm...

Dylan se removió pero se apoyó más cerca de Mateo, este sonrió más amplio y lo apretó contra sí.

Lo que se suponía que debía haber sido solo cosa de una noche, nada más...Se había convertido en un par de semanas. Mateo normalmente por la tarde iba a ver a Dylan a El Local y terminaban teniendo un fantástico sexo en las habitaciones privadas del sitio.

No es que hablaran sobre ello, simplemente lo hacían y después dormían juntos. Al día siguiente hacían como si nada hubiera ocurrido hasta que caía la noche y se volvían a ver.

Mateo no preguntó nada sobre el trabajo. No porque no quisiera, sino porque era obvio que a Dylan no le apetecía hablar del tema, así que el pecoso no lo agobiaría. Suficientemente feliz se sentía por como estaban: Eran amigos y tenían sexo.

No podía pedir más.

Pero ciertamente lo asustaba.

Porque estaba amando todo. Si antes se sentía cómodo con Dylan, siendo amigos...Ahora deseaba estar todo el maldito tiempo con él.
Quería verlo, quería hablar con él, quería tocarlo, quería abrazarlo, quería besarlo y quería hacerlo suyo nada más tenerlo cerca.

Mateo dejó de abrazar a Dylan y se puso boca arriba, mirando el techo y suspiró.

Estaba tan mal.

Él no es que temiera al amor...Pero preferiría no sentirlo.

Y mucho menos involucrase de aquella forma con Dylan. Él solía interesarse en personas con secretos pero también sabía que no era bueno enamorarse de ellas.

No otra vez.

Sin contar que aún seguía viendo a él en Dylan.
Trataba de no hacerlo. Él lo hacía. Pero era difícil.

Seis maldito años y parecía no haberlo olvidado en lo más mínimo. Él ya...Casi no lo recordaba, sin embargo, el estar con Dylan le hacía traer recuerdos.

Así que sí, él no debía querer más de lo que ya tenía con Dylan. Estaban bien como estaban. No había ningún problema.

El cuerpo que yacía a su lado, se dio la vuelta buscándolo. Mateo miró a Dylan envolver sus brazos alrededor de él y apoyar su cabeza en el pecho del pecoso.

Mateo convulsionó por lo tierno y hermoso que se veía Dylan por la mañana. El chico pelinegro se veía tan tranquilo durmiendo, sus lindos ojos cerrados y aquellos labios rojos e hinchados por la noche anterior.

Mateo se tapó los ojos y se mordió el labio tratando de controlarse. Volvió a abrazarlo y le dio un beso en la coronilla.

—Me lo pones difícil.—Murmuró acariciando su espalda desnuda y las marcas en sus caderas, este seguía respirando tranquilamente.

Dylan tampoco parecía tener pesadillas. Mateo suponía que era por el cansancio después del sexo.
Si ese era el caso, él podría ayudarlo todos los días a quedarse tan agotado como para desmayarse.

Era tan excitante verlo quedarse exhausto después de correrse sin tocarse.

Esa era otra cosa. Mateo siempre había sido activo sexualmente, mas había sido prácticamente un monje comparado a las veces que tenía sexo con Dylan. A veces lo hacían hasta cuatro veces en diferentes y muchas posiciones.

Dejemos de fingir (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora