{ 28.- Solo }

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Mateo observó como las olas rompían en la orilla a pocos centímetros de él. La noche era ciertamente fría y oscura, pero las luces de la mansión de Liam hacía posible ver bien el mar.

Ahora se encontraba ahí, sentado en la arena pensativo. Había pasado solo una semana desde que se había despedido de Sian, así que nadie podría juzgarlo por seguir pensando en él.

Otra maldita noche que estaría solo. Él se repetía en su cabeza que no tardaría mucho en superar el tener un acompañante durmiendo a su lado mientras lo abrazaba como un oso. Todo estaría bien. Solo era cuestión de tiempo. Eso debía ser. Tenía que serlo.

Por lo menos no estaba llorando. Claro que había conseguido no hacerlo porque trató de pensar en los bonitos recuerdo que tuvo junto a Sian y Cole. No quería reproducir nuevamente sus palabras de aquella noche.

A su mente vino la vez en la que Sian le dijo: "Ojalá no te hagan daño y sufras. No te lo merecerías". Mateo rio entre dientes. (N/a: Cap 10)

—Al final acabaste siendo tú quien me dañó y destrozó. Hipócrita.

Mateo tragó un nudo en su garganta, el conocido dolor en su pecho desapareció por un momento.

Mierda. Lo extrañaba.

(...)

—Ve.—Dijo Rubén mientras se cruzaba de brazos.

Liam hizo una mueca.

—Es tu hermano, habla tú con él.—Le contradijo Liam.

Rubén resopló.

—Ya lo he hecho. Pero no soy bueno dando consejos, ni siquiera puedo seguirlos correctamente cuando me dan uno.

Liam sonrió divertido.

—Tú eres más sabio en asuntos amorosos, puedes aconsejarlo. Ayúdalo, ¿sí?—Siguió Ruben e hizo un puchero.

Liam le sonrió tiernamente, le sostuvo el rostro y le dio un beso en sus labios fruncidos.

—Ben, bebé, Mateo tiene el corazón roto, no creo que pueda hacer mucho únicamente dándole consejos. Él tiene que sanar poco a poco, por sí mismo y con tiempo.

Rubén lo abrazó.

—Lo sé, créeme que lo sé.—Suspiró.—Pero a veces tener apoyo es útil.

—Por eso Mateo ha venido a visitarnos por unos días.—Dijo Liam como si fuera obvio.—No quiere estar solo.

Rubén asintió.

—Pero aún así, ve hablar con él.—Rubén se separó y miró detrás de Liam, en dirección a la playa, donde estaba Mateo sentado.—No me puedo creer que Sian nuevamente haya dejado en ese estado a Mateo.

Liam miró también a Mateo a lo lejos.

—¿Nuevamente?

Rubén se encogió de hombros.

—Ajá. Cuando fuimos a España él tampoco era el mismo, al principio era como un alma en pena, amargado y deprimido. Era un poco obvio que fue por Sian, ya que decidió ir conmigo después de que le contara que Sian se había ido.

Liam miró a su marido mientras hablaba.

—No le tomé mucha importancia, después de todo yo ya tenía lo mío por tu culpa.—Dijo sonriendo.—Soy un pésimo hermano.

Liam rodeó su hombros.

—No te culpes.—Dijo calmadamente.—Tú también estabas mal. Lo importante es que estabais juntos...—Rubén no parecía muy convencido de ello.

Dejemos de fingir (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora