Molly tomó un largo trago cuando los vio llegar. Su cara se contrajo en una mueca de desagrado al ver como su Mateo abrazaba a ese niño disfrazado de gato por la espalda.
Desagradable.
¿Mateo se había atrevido a traer a la fiesta de Halloween, que ella misma había organizado, a ese idiota? Le parecía una falta de respeto.
Ella. ¿Molly Screechib había perdido contra un pobretón? No, peor, ¿había perdido contra una puta? Porque eso es lo que era Dylan: se vendía, bailaba y estafaba; es decir, una jodida puta.
Pidió otro vaso.
Ese culo fácil había sido elegido por Mateo. ¡Mateo lo había elegido por encima de ella!
Molly no podía permitirlo. Ella iba a demostrar quién mandaba esa noche. No podía quedarse de brazos cruzados.
Molly caminó hasta ellos con pasos firmes, sus tacones sonaban a pesar de la alta música, algunos hombres la miraban de arriba abajo con lujuría. Sin embargo, a ella no le importa, sus ojos solo estaban puestos en aquel hombre disfrazado de oso, con cabello castaño corto, pecas manchando su rostro y ojos azules...Ojos azules que no dejaban de mirar al pelinegro.
¡Maldición!
Molly volvió a mirar al chico bajito. Ese estúpido le había dado hasta un bastardo. ¡Un hijo! ¡Un hijo de Mateo! La sangre le hervía de la rabia.
Ese idiota había logrado en unos meses, todo lo que ella había soñado con Mateo durante años de conocerlo.
¡Ella lo había conocido antes! ¡Ella había esperado más tiempo que ese desgraciado!
Mateo debía ser suyo. No de Dylan. Él no se lo merecía. No era Justo.
Molly fingió tropezarse, cayendo encima de Mateo, quien la agarró por reflejos para evitar que se cayera y el líquido del vaso de la mujer "accidentalmente" cayó encima de Dylan, empapándolo.
Molly sonrió y levantó la mirada a Mateo.
—Perdona, mis tacones-
Mateo la soltó al instante y se acercó a Dylan, ignorándola, dejándola ahí.
Molly observó la escena.
—¿Estás bien, cariño?-Mateo le limpió el rostro a Dylan con su manga.—Quítate el traje, puedes ponerte la camisa que llevo debajo, no quiero que estes incómodo ni te enfermes.
Molly frunció el ceño aún más.
—¡Mateo!
Dylan y Mateo la miraron.
Molly se preguntó si Mateo siquiera la había reconocido cuando se tropezó.
—Molly...—Molly estaba emocionada de recibir un saludo del pecoso después de tanto tiempo. Mateo miró a Dylan.—¿Le has tirado el vaso a propósito?
La sonrisa de Molly se esfumó. No hubo saludo. Hubo un interrogatorio.
Molly miró mal al enano.
—Por si no te has dado cuenta, me tropecé. Fue sin querer.
Mateo suspiró.
—Te dije que no era una buena idea venir.—El pecoso le dijo a Dylan.—No deberíamos estar aquí.
Molly lo miró extrañada.
—¿No querías venir? Han pasado casi cuatro años desde que te has reunido con nosotros. ¿No te apetecía?
Mateo la miró aburrido.
—Nunca he disfrutado totalmente de vuestra compañía, Molly.—Dijo como si fuera lo más obvio del mundo.—Y mucho menos de la tuya.
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Dejemos de fingir (3)
Teen FictionMateo es listo, guapo, coqueto y con un sentido del humor fascinante. Y por si fuera poco, popular. ¿Que si tenía dinero? Dinero no le faltaba. Definitivamente lo tenía todo. Era perfecto. Solo que tanta perfección era un poco abrumadora para los d...